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domingo, 8 de noviembre de 2015

Lolita. 1.- Introducción

Ella es Lolita; no agregaré una descripción como tal, dado que cada lector merece el derecho de imaginar a éste personaje un tanto inusual como se le dé la gana. Eso sí, está dentro de mi obligación mencionar que es una mujer hermosa. Por las mañanas se levanta desnuda y siempre con un acompañante distinto; su costumbre más arraigada es mirarse al espejo con los rayos del gran aro sacudiendo el alba detrás de su espalda, mientras admira sus senos de perfecta simetría.

Lolita es la bruja del pequeño pueblo sin nombre que se encuentra en un  lugar que sólo usted sabe si existe; y ella se pasea descalza y sin pena alguna por las calles de tierra -que la mayoría de las veces está repleta de gotas y de piedras-, fumando una especie de cigarrillo que ella fabrica con los deseos de las personas y sus esperanzas que se desmoronan con cada sorbo al cilindro.

Su curiosidad es su placer más grande, y sus sentidos agudizados por tanto menjurje de yerbas estimulantes y cultivos psicotrópicos que consume, le permiten que el hecho de explorar con la mano un costal de granos o sumergirse al fondo eterno de un estanque para sentarse en el suelo del mismo, sean experiencias que produzcan casi la misma satisfacción que recrear el sexo en el pasto, únicamente sobre un gabán sudado y deshilachado puesto entre el pasto y el viento.

Y así es Lolita, en un breve momento descriptivo, la bruja que temen, la que ostentan. Así es Lolita, la bruja del pueblo, una mujer que te golpea en la mente, que camina por el pueblo descalza sobre las miradas prejuiciosas y que se ríe de los estereotipos que las doñas del pequeño pueblo son nombre han creado para alejar a los muchachos, y a las muchachas, de la bruja Lolita.