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sábado, 1 de agosto de 2015

Hermosa blasfemia

En este momento,
mi alma busca llenarse
de tu cuerpo perfecto e irreal;
mis pupilas se dilatan
y siento cómo fluye la sangre
por la danza corpórea de dos cuerpos.

Mis torpes manos 
buscan tus cabellos,
o tus caderas, 
sinceramente no lo sé.

Mientras nuestras bocas 
se mezclan
en un solo aliento congelado;

y con movimientos bruscos
luchan nuestras almas
para no morir de placer.

Los harapos sobran 
y la noche te viste de mí;
sólo de mí, y la nada.

Tus pies me encarcelan 
y tus manos se llenan de hilos
que me hacen obedecer.

La curva perfecta de tus senos
que asemeja los cerros,

y tus caderas me transportan
a una ilusión
de movimientos oscilantes. 

No sé si estoy muerto
o si estoy más vivo que ayer.


Sólo sé que me quiero perder
en tu campo, 

en el tiempo,  
en tus pechos
en tu sexo.

Sólo sé que en éste cuarto
tú eres Dios, 

y yo el fiel ateo 
que trata de cometer
la blasfemia más hermosa de todas.

-Angel García.

viernes, 31 de julio de 2015

Reflejos

Aquél hombre despertó junto al vórtice demencial que su amada le provocó tiempo atrás en la existencia; con dolor de alma tan fuerte como si explotara cada átomo y neurona de su cuerpo inerte y tan frío como cadáver.

El sujeto sin nombre, ni rostro. Ese ente que miraba al vacío tan inestable, antes de recordar que es ciego. Aquél horrendo monstruo que no diferencía entre el bien y el mal. “Todo es un espectro social”, se repite; “no eres un monstruo”, se convence…

Entonces se mira al espejo sólo para encontrarse con mis ojos justo enfrente de él, justo enfrente de sus ojos; lo miro a él y a ella; pero niego su existencia sólo para que su reflejo desaparezca de mí, del otro lado del espejo. Trato de extinguir su existencia… pero si dudo, por un segundo siquiera, la quimera resiste, y me atrapa, y me envuelve, me aprisiona, me abraza y me incrusta su filo, y me llena de frío…y se apodera de mí; me transformo en él o él se convierte en mí; no sé decirlo ni especularlo, lo que puedo calcular sin matemáticas es que estoy jodido.

Para cuando despierto… me encuentro del otro lado del espejo, en el lugar del reflejo y junto al vórtice demencial que mi amada ha provocado en algún tiempo atrás de la existencia; aquél que explota cada átomo y neurona de mi cuerpo inerte y frío como un cadáver…


-Angel García.



miércoles, 29 de julio de 2015

Instrucciones para despertar


Antes que nada debo advertir al lector que el hecho de despertar es una acción un tanto fácil pero fatal, a veces. Los pasos son un tanto delirantes:
En primera, el sujeto debe darse cuenta del momento crucial en el que el sueño está a punto de ser finalizado con todo y la firma de tu subconsciente; no importa si es alguna pesadilla o ilusión, tal vez algún espejismo ¿Qué sé yo?
Luego de reconocer el clímax y epílogo de la visión, el soñador deberá aferrarse fuertemente a sus sábanas, tratando de evitar cualquier contacto con el exterior a su mente (esto ayuda a tener algunos segundos, si acaso minutos, más con tu sueño).
Tras haberse aferrado fervorosamente al paso anterior para no perderse toda la obra teatral dentro de su cabeza (si ni siquiera intentaste seguir dormido más tiempo entonces no eres un buen soñador), inevitablemente el vínculo se romperá y la resolución se verá afectada; entonces un áspero rayo de luz te golpeará, en los ojos, tan dolorosamente como una patada en los genitales. Y es ahí cuando el individuo pasará al tercer paso: la resaca, o la realidad.
Una vez efectuado el tercer paso, el pobre quijote abre los ojos abruptamente, y no le queda más que seguir recostado en la almohada, escuchando el estruendoso sonido de las aves y sintiendo al sol como lija de cerillos; mientras hace una lista mental del recuento de sucesos ocurridos en el subconsciente cuando tenía los ojos cerrados.
Ahora bien. Lo único que le queda al personaje con cierto afecto a los espejismos es mirar al rededor del cuarto, limpiarse las lagañas, los mocos y las lágrimas; girar su cuerpo a modo que la cara termine frente a la almohada, suspirar y escuchar al viento, que entra de la ventana a sus poros, con la febril esperanza de que la realidad en la que acaba de despertar no lo trate de asfixiar con la cobija o con la almohada, antes mencionada. Después de un rato, tras no morir asfixiado, la persona se levanta y se arregla, o no, para afrontar a aquella que no lo asesinó porque quería seguir jugando con el soñador.

Entonces, lo único que le queda al sujeto es esperar la llegada de otro sueño porque, como buen soñador, éste siempre buscará cualquier pretexto para soñar.


Nota: Éste manual funciona para personas dormidas ya sea literalmente, o no. De igual forma, el hecho de despertar seguirá siendo un tanto abrumador.

-Angel García.

martes, 28 de julio de 2015

Carta de un despechado

A lo largo del tiempo he aprendido el verdadero concepto del amor; aquella, la mentira más grande de todas, inclusive más grande que la religión.
He aprendido a odiar a aquellos proxenetas de palabras dulces y cursis denominados a sí mismos “poetas”… aunque tal vez estoy empleando mal el concepto; he sabido reconocer a los poetas que me repudian y a los que debo admirar. He aprendido que el amor no es como lo pinta la historia romántica o renacentista, que no es más que una ilusión esperanzadora, llena de anomalías y espectros que aparecen hasta el final de tal espejismo. He aprendido que no puedo “dibujarte la sonrisa con el borde de mi mano”, como el gran Cortázar dice, sin cumplir antes, o después, una condena; he aprendido que la “mujer perfecta” es aquella con la que sufres más; he aprendido que el amor es una pandemia, una enfermedad irremediable y contagiosa que infecta a todos y sin embargo nos embriaga y satisface. He aprendido que al amor lo sobreponen ante cualquier cosa, en especial ante la razón.
Y sobre todo he aprendido… que el amor nos carcome por dentro, nos devora como larvas a un ser en descomposición, nos destruye lentamente y no se detendrá, hasta mirarnos matándonos los unos a los otros, amándonos y desmembrándonos, hasta ver cómo el mundo se consume mientras esboza aquella sonrisa malévola con la que mostrará la satisfacción por haber cumplido su maldito y mundano objetivo.


- Angel García

lunes, 27 de julio de 2015

Existen dos tipos de poetas

Compadre, deje le cuento:
Como ve, yo no soy bueno con eso de la poesía bonita; no soy bueno con las palabras dulces que hagan humedecer las bragas de las mujeres… repudio a esos poetas porque mueven los hilos tan sutilmente que, a mi parecer, llega a ser ofensivo para la víctima, y entonces, para mis ojos solamente, esos malditos se vuelven más abyectos que yo; usando metáforas empalagosas y tan llenas de diabetes y amor falso.


¡Oh joder! Son unos desgraciados, compadre; sentados en su cómodo sofá, tomando vino y frente a su máquina de escribir o su computador que no deja huellas en la escena del crimen, porque, cuando se equivocan, no pueden rayar el monitor, o la hoja en la máquina, no señor; o hacen bolas la hoja de papel y lo desechan o simplemente presionan la tecla “borrar” en la maldita comodidad de su asiento y la jodida luz de la pantalla.

En cambio estamos nosotros -porque sé que no soy el único… sé que no lo soy- los brutos, los que ahuyentan con su obscenidad en metáforas que podemos transformar en realidad; los de palabras directas y lacerantes de cruda verdad; los que andamos siempre con una pluma y cigarros en los bolsillos; los que se mueven siempre en los asientos públicos mientras esperan, los que no pueden estar acostados en un sillón porque el hecho de mantenerse estáticos, inertes y cadavéricos, esperando que, como una epifanía, las musas aparezcan frente a ellos, y como autómatas escribir lo que nos dictan, no es de nuestro agrado. A ellas hay que buscarlas hasta en el polvo que los astros desprenden, hasta en la muerte y en los orgasmos; a las musas se les busca siempre, compadre.

A nosotros nos gusta encorvarnos, escuchar el estruendo de las gotas contra el piso –cuando llueve-, oír sus gritos de alivio antes de completar el suicidio; y también nos gusta detestar el sonido del televisor encendido al fondo del cuarto.

Estamos nosotros, compadre, los que no tomamos vino por ser caro, pero ¡Ah! Cómo bebemos cerveza a raudales. Te digo, compadre, no sé cómo le haces para escribir frente a la luz del monitor. Es más cómodo estructurar todo en la oscuridad etérea, amenazada por una lívida luz al centro producida alguna vela tan acabada como la cerveza que compré hace cinco minutos, y  luego salir del cuarto para apostar con la suerte, tirarse a la cama con un albur y jugar a la ruleta rusa, a ver si las ideas penetran tu sien como balas saliendo del revolver negro –que en éste caso es el cuarto- y escribir vulgarmente en una hoja de papel, con faltas de ortografía y una letra espantosa, regular o agradable a la vista, eso ya depende de la persona; y sobre todo con la inseguridad de equivocarse y rayar o, peor aún, correr el riesgo de perder la hoja o la libreta… estamos los que soportamos los rayones y las manchas de noche en el texto.

¡Ah, pero eso sí! Nosotros no somos falsos, compadre, nosotros podríamos amar a todas las mujeres del mundo, como ustedes, pero no. Nosotros nos basamos en lo peculiar, nos enamoramos de lo simple, de lo abrupto, nos fijamos en los defectos… en la belleza del infierno.

Y si logramos ser merecedores de aquél dicho infierno, a diferencia de ustedes, nos sentimos en la gloria de no estar a salvo, al ser absorbidos por su huracán demencial y el vórtice de su sexo, al perdernos en el cosmos de su cuerpo.

Le digo, compadre: existen dos tipos de poetas. Los que despiertan a lo mucho con una pc portátil o una máquina de escribir y una copa vacía; y los que despiertan con una libreta y la incertidumbre de sus pensamientos, o botellas de cerveza, o una mujer entre los brazos, o cigarrillos en las manos, o un gato entre las piernas, o a veces todos juntos o a veces ninguno… esos compadre… esos son los dos tipos de poetas que existen.
-Angel García.

El poeta


He aquí el hombre sin alma.
Un ente de cabellera dispersa 
y transformador de sueños a letras.

Exhumador de esperanzas perdidas
y deseos aniquilados,
de pesadillas cumplidas.
Aquél hombre sin conciencia, 
testigo sin dios, 
mina de cordura en el campo de guerra.
Aquél que fuma sus decepciones
a través de las drogas o los cigarrillos,
esbozando una sonrisa patética,
intentando reprimir penas y tormentos
con aquellos dientes amarillentos.
Devorado, poco a poco,
por los monstruos de su mente.
Sólo es piel,
sólo es huesos,
sólo es humo,
y quizá uno que otro diente.
Un ciego creído,
que atrapa con metáforas,
pobres almas perdidas y malditas.
Un mal seductor,
siempre perdedor.
Un infeliz que no merece
llamarse hombre;
un hombre muerto en vida.
Un ente atrapado
en un purgatorio lleno de suciedad.
Un bastardo con una pluma,
que se autodenomina
"Poeta".
-Angel García.

domingo, 26 de julio de 2015

Visita al zoológico


Aquí estoy yo, sentado en la banca de un zoológico mientras miro minuciosamente la gente que se acerca a la jaula de los tigres. Excitados, aquellos animales humanoides, al observar el feroz espectáculo. Dos tristes y enfurecidos felinos; enardecidos y humillados, exigiendo que los liberen.
Especulando llego a la conclusión de lo estúpido que es pensar que ellos se han acostumbrado a tal cautiverio; ellos son como el soñador: desean la libertad. Todos los prisioneros de esta mazmorra turística quieren sueñan con ser libres.

Es irónico y aceptable asumir la idea de que los animales tienen más conciencia que nosotros; a cuántos activistas y revolucionarios de sillón no habré escuchado decir eso, mientras maldicen a los que piensan lo contrario. Retomando el punto. Ellos fantasean con comer todo lo que les dé en gana, saltar sin ver aquellas líneas negras de frío acero que les impiden seguir más allá o aparearse sin el silencio provocado por los ojos que los miran fijamente, como clavos en madera.

Ellos no se han acostumbrado a la marginación; sin embargo, sus espectadores son otra cosa… lo contrario, diría yo. Sus espectadores han confiado ciegamente en el espacio dentro de la verja que el babuino le ha impuesto a cada uno. No se adaptaron, sino que se conformaron; se conformaron a la privatización de sus sueños, de sus fuerzas, de sus selvas… se conformaron tras ser arrebatados de su libertad por un método tan sutil como el vuelo del mosquito.

Es imposible pensar que somos mejores o más inteligentes que aquellos seres encerrados contra su voluntad, si nosotros hemos sido puestos en una jaula a voluntad propia… sinceramente me parece un tanto estúpido; pero bueno, se supone que nosotros somos los racionales ¿no?

En fin, me despido, no porque quiera, sino porque tengo que retirarme ya que pronto cerrarán el zoológico y mañana tengo que entrar a las siete horas a un trabajo tan jodido como éste banco, sólo para ganar aquella limosna que seguramente gastaré en pañales, comida, impuestos y, si tengo suerte, quizá en otra entrada al zoológico.
-Angel García.  

Frustración por sobriedad


Aún tengo que lidiar con esto;
con la resaca provocada
por tu amor tan embriagante
como ese aguardiente barato.

Me encanta, debo admitirlo;
me fascina sufrir aquella resaca,
sentir nostalgia emborrachándome
con antiguos recuerdos
para luego perder el sentido.

Me encanta recordar, vanamente,
tus besos febriles en mi yugular
mientras mis dedos palpan tus ojos
y mis labios acarician tu aroma.

Y no está de más mencionar
que no quiero estar sobrio nunca;
no quiero olvidar esa historia,
las crisis emocionales
y las palabras que se ahogan
en una lluvia de ofensas.

Prefiero esto, sentirme patético,
prefiero desahogarme en pluma y papel,
en letras que entiendan mi pena.

Prefiero estar encerrado
en la oscuridad de este rincón,
atestado de insectos y pesadillas;
deshaciendo mi existencia
mientras tú piensas
que ahora sólo soy la sombra
de un vago recuerdo
que no vale la pena proyectar.
-Angel García

Las frases de amor


¿Las frases de amor, me preguntas?
Las frases de amor
se quedaron en tus pupilas.

Son aquellas frases inspiradas
en tus rojos labios
al estremecer mi piel.

Las frases de amor
se quedaron ahogadas
con las lágrimas
que me haces derramar
en todas las gélidas noches.

Aquellas que se pierden
en el infinito de tus lunares
y en el desierto de tu piel que ostento.

En el alcohol y en el humo.
En el vano de las palabras.

Las frases de amor
agonizaron y perecieron,
al fin, en ésta puta carta.
 
- Angel García.