"Este bar me da mala espina", dijo el poeta amargado que veía entrar al diablo, por la puerta principal, que se encontraba rodeado de mujerzuelas y fumando una especie de cigarrillo que, extrañamente, se volvía más grande a medida que sorbía las almas de sus presas dentro del bar: borrachos con desamor, músicos sin empleo ni noción del tiempo, pero eso sí, con gran sentido del humor, artistas plásticos y fotógrafos, enfermos mentales que entablaban conversaciones con los borrachos, con sus amigos imaginarios, o con sus dedos -no había diferencia alguna-, y uno que otro sujeto que llegó ahí por error con la esperanza de su primera borrachera.
El poeta miró la hora: las doce. Entonces el tiempo se detuvo y se tornó eterno; en ese preciso momento se dio cuenta de que estaba jodido, y que los demás estaban más jodidos aún y seguían bebiendo, como él.
"Éste bar me da mala espina..."dijo el poeta resignado que dio un trago a su cerveza y siguió fumando mientras esperaba su turno en las piernas del mentado Satán.
-Angel Garcia.