La luz te pega en la cara
y mis versos se arriman a tu boca;
los faroles se roban tu imagen
y mis ojos padecen de ti.
Te observo sobre a frontera
y no alcanzo a distinguir tu mirada
que me mata y me atormenta;
que me pinta la sonrisa sobre el rostro.
Me pregunto dónde te encuentro.
Y la respuesta no está en mi sangre.
Miro tu luz
sobre la luz de los focos.
Y tú no me miras.
No puedes, a veces.
Pero me tocas.
Y entras en mí. Siempre.
Y, como animal manso,
me arrodillo a tu vientre,
esperando la ejecución;
rogándote me liberes
de todo el mal que hay.
A lo lejos te miro.
Entre los faroles.
Y te reconozco porque me tocas.
Porque me susurras.
Porque crees en mí.
-Angel García