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domingo, 31 de diciembre de 2017

Cliché

                                                    Diciembre

Brindemos por todo.
Por una vida que va y otra que viene.
Brindemos por una casa sucia,
por un gato sin ojo.

Brindemos por nuestra vida
envuelta en papel de regalo;
por tener fechas especiales,
personas especiales,
animales especiales.

Brindo por las noches árticas y lluviosas.
Por los cigarros que no fumé.
Por los poemas que no tuve que escribir.

Brindo por un tiempo que es prestado.
Que se reclama con un apagón de luz.
Brindo por lo especial de esta vida
que se acorta un año mas.

No brindó por nada más.
Sólo salud, sueños, deseos;
una que otra broma de mal gusto,
y un reloj que no se detiene
nunca.

     -Angel Garcia

viernes, 8 de diciembre de 2017

Tan sólo

Una ilusión desesperada.
Una obsesión llevada al límite.
Aquel orgasmo preciso y horrendo.

Tan sólo dos sombras
que roban versos
llenos de humo
a unas estrellas enamoradas.

Tan sólo sonrisas furtivas,
y un sentimiento doloroso.

Almas errantes que vagan
sobre un manto negro.
Montados en un siniestro carrusel.

Sólo ambición,
lujuria y despecho;
buscando llenarse
del calor de otro cuerpo.

Tan sólo alcohol.
Tan sólo palabras que hieren.

Tan sólo muerte,
tan sólo olvido,
tan sólo un brindis.

Un momento fuera del tiempo;
dos dioses muertos
entre despojos del pasado;
sin ataúd,
sin rezos,
sin nada.

Tan sólo otra historia
envuelta en la infinita tinta.

Sólo vidas que se transforman.
Tan sólo el tiempo
que te exprime.

Tan sólo un momento eterno
que ya murió.

-Angel Garcia

domingo, 3 de diciembre de 2017

Flor de muerto

A Diana María García

Te alejaste de nuestra vida
sin opción de elegir.

Sufrimos tu partida;
no obstante,
tu recuerdo
ocasiona sonrisas.

Fuiste lo que eres hoy en día:
luz en la mirada.

Y ahora juegas entre flores amarillas;
con aromas que provocan gozo.

Te regalo esta flor de cempasúchil;
que crece con tu esencia
entre los campos
que te gustaba mirar.

Te regalo esta flor de muerto;
no para pensar en tu partida,
ni en tu ausencia sobre nuestro tiempo;
sino para que hagas senderos
que nos guíen a ti
cuando llegue el momento.

Pequeña gran alegría
el recordarte sonriendo
y saber que por allá
estás corriendo;
entre cerros y cielos,
entre estrellas, con el viento.

Te regalo esta flor,
no de muerto,
sino de la vida que provocas.

Te regalo la luz
de una cera
en el centro de la mesa.

Te regalo un asiento
en el salón de mis recuerdos.

Te regalo esta flor amarilla
que un día tanto te gustó;
para que el aire se llene de su olor;
para saber que nunca
se extinguirá tu sonrisa;
ni con la fría lluvia,
ni con el fuerte sol.


-Angel Garcia

viernes, 1 de diciembre de 2017

Los poetas muertos

"No me preguntes cómo pasa el tiempo"
José Emilio Pacheco 
Fantasmas alojados en el librero.
Voces viejas que atormentan.
Sentimientos puros que duelen.

Escritores muertos
que aún viven.
Escritores muertos
que te crean.

Susurros dentro de lápices;
gritos entre las hojas
que te cortan las venas
mientras te inyectan tinta.

Palabras bajas que obligan;
que se meten en tu alma,
bailando al ritmo de tu sufrir;
transformándote en monstruo.

Escritores sin vida/suicidas
que te viven/mueren entre páginas.

Poetas que te absorben
y te hacen crear
para no perder ante el tiempo.

Susurros entre los lápices
que te transforman en escritor.
Susurros entre las tripas
que te obligan a ser escritor.
Susurros que se liberan
al abrir un libro viejo
de un difunto autor.


-Angel Garcia

Estas manos que ves

Moribundas y frías;
estas manos tan torpes
y deseosas de ti.

Aclaman tu presencia;
sufren de tu ausencia.

Pobres y secas manos;
como desiertos,
que piden el agua
del manantial que es tu cuerpo.

Pobres y frías manos;
que por debajo de la luz
esperan tu calor.

Estas manos que ves;
estos dedos como ganchos
que buscan dibujar tu sombra.

Estas pobres manos;
que escriben sin cesar
tu nombre en tinta.

Estas manos
que podrían matarte;
que podrían matarme;
prefieren amarte
y decirte con el tacto
que eres hermosa.

-Angel Garcia

domingo, 26 de noviembre de 2017

La muerte

Dama calavérica
que vistes de manto oscuro.

Sin juzgar y tan voraz;
te llevas a quien sea,
sin importar el color,
o la posición.

Tan justa e injusta.
Tan incomprendida y temida.
Susurras a la vida
tu viento de amor desesperado
y tomas sus regalos con fervor

Flaca sin sexo.
Que arrasas con los queridos
y no queridos.
Libertad del mundo físico;
temor de los mortales.

Quien sabe cuándo
te postres frente a los portales;
entre los pilares;
con la mirada inexpresiva de siempre;
anunciando la llegada
de una nueva vida al mundo.

-Angel Garcia

viernes, 24 de noviembre de 2017

El espectador

Un delirio sobre dos piernas.
Un pobre y amargado residente.
El triste rezago de alguien sin rumbo;
de un preso a la oscuridad,
a la monotonía.

Un vagabundo
que raspa sus botas
sobre lo absurdo.

El espectador:
Un actor sin rol;
sin control del guion.
Una marioneta con reloj.

El espectador:
un ser impotente;
que desgasta su vida
tras pasar los días.
Un observador
que mira la inminente proximidad
de un lento final de la obra.


-Angel Garcia

domingo, 19 de noviembre de 2017

Amanece

Un llanto crepuscular
que anuncia la llegada del alba.

Un océano oscuro
que se disipa
con la llegada del rey.

Los grillos se callan
y las aves emprenden
su vuelo.

Una mujer que se vuelve madre;
un niño que se vuelve hombre;
un hombre, que se vuelve algo.

Mar de lágrimas es el mundo.
Lamentos y euforias
que se sienten retumbar
sobre la atmósfera que pisamos.

Una orquesta sin fin, es el mundo.
Un teatro nocturno
que abre sus puertas al público
y levanta el telón,
para dar inicio al espectáculo
que es un nuevo día.

Una función,
a la que muchos no asistirán.

-Angel Garcia

viernes, 17 de noviembre de 2017

Vida es un poema

La frágil esfera
que refleja tu tiempo
y tus sueños.

Una proyección de ti
en un espacio infinito.

La vida es poesía triste;
que te recita entre susurros
los versos de una noche
fría y escandalosa.

Las estrellas rotas,
que acompañan
a una luna encendida,
te iluminan el rostro
con el que naciste,
y con el que morirás.

Los grillos, que lloran
mientras hacen música.
O las aves tristes
que casi no caminan.

Aquello que miras
y no deseas comprender.
O las flores marchitas.
O el café amargo.

Vida es las risas efímeras
como cigarros o dulces;
y recuerdos eternos
como las horas.

Vida es un poema triste
que nos regala versos,
y nos ruega escribirlo,
y leerlo, con amor.
-Angel Garcia

domingo, 12 de noviembre de 2017

Vámonos morena

La luna, en su lecho de muerte
anuncia la llegada
de un día más.

Con un sol renacido;
una vida que continúa.

El tiempo no te atrapa;
sin embargo, no me dejas solo.
Y a veces te veo sufrir
por esperar a mortales.

Morena, que de mi alma saliste,
no llores por mí,
y enséñame a caminar
a través de los cerros;
entonces yo te seguiré el paso.

Olvídate de todo
y naveguemos
sobre éste cruel mundo.

Morena mía,
que tan triste te veo,
deja de sufrir
y extiéndeme tu mano.

Vámonos, morena,
que un día traías alas.
Ven y vuela conmigo
sobre el campo de lágrimas.

Morena,
que tras las sombras te ocultas,
y tanto les temes.

Ven, y cruza el río conmigo
que yo te enseñaré a amar.


-Angel García

jueves, 9 de noviembre de 2017

Poema sobre tu alma (sensible)

Tus ojos
me comen desde
el más allá.

El librero polvoso
se llena de historias viejas
que me gritan
cuando duermo.

Nuestros gatos
siguen echados
sobre mí;
sobre nosotros.

Te veo entre penumbras
y siento la fragilidad
de tu júbilo.

Entonces me regalas
tus brazos
y la sensibilidad necesaria
para apreciar la noche
que me tragaba.

Escucho el crepitar del viento
que se estrella en los muros
de una ciudad vieja
que exhala desesperación.

Entre la confusión
de una noche urbanizada,
encuentro refugio en tu aliento
que dice “te extraño”,
o en tu pecho
que dice “te quiero”.

Cuando el tiempo vuelve
a caer sobre mi cuerpo,
el cigarro se ha muerto
y yo vuelvo a descansar
sobre tu alma
que me espera.


                              -Angel Garcia

martes, 7 de noviembre de 2017

Desvaríos

Miro la pared a través de una capa espesa de sombras;
renuncio a la fatiga de la soledad,
para hundirme en tus manos que acobijan mi alma.

Te ruego que me lleves en tu mente
a la hora del juicio sobre los hombres,
pues nada me retiene en esta vida,
mas que ser un recuerdo aferrado en el mundo.
Déjame aparecer, con una sonrisa,
en el umbral de tu mundo nocturno.

 Abrázame, por favor,
y hazme sentir vivo con la mirada.

Devuelve todo este frío a la tierra,
o a la noche sin estrellas de ayer.

Siénteme acostado sobre tu piel morena
y regálame tus besos cálidos
para sacarme del abismo en el que un día estuve;
para quedarme contigo hasta que mis huesos se hagan polvo
en la eternidad del tiempo que tus sueños proyectan.

   -Angel Garcia

 

domingo, 28 de mayo de 2017

El suspiro

Los grillos dirigen la orquesta
y el clima se cae a pedazos.

Susurramos al cielo
nuestras promesas.

Al mirarte me pierdo
en tu mar de cabellos,
y mis venas buscan
el calor de tu cuello.

Mientras recito tu nombre
me hundo en los versos
que me regala tu cuerpo.

Sólo queda un aliento
en el cuarto
que naufraga en la eternidad.

Un suspiro
que dice te amo
en medio de la noche;
entre aullidos y lamentos,
que atraviesa paredes
y que entra en mi pecho.

Un suspiro
que me eriza la piel;
un suspiro
que no se pierde en el olvido
y que sabe decir
te quiero.

  -Angel Garcia.

domingo, 7 de mayo de 2017

Poema sobre tu alma (mía)

Mía, mi alma que te pertenece.
Tuya, el alma que me regalas.

La voz de los árboles viejos
nos revela secretos del pasado.

Amores inmortalizados
en la memoria del tronco,
o en la semilla que no se logró.

Las hojas caen
mientras tus ojos me entregan
tu ser con toda voluntad;
y yo firmo un contrato
que anuncia la noche
y nuestra unión.

Los gigantes enramados
son testigos
de dos almas enredadas.
Y yo soy testigo
de una sonrisa
cansada y satisfecha
que sale de tu rostro.

Sin mirarte a los ojos
bebo la esencia que me diste;
y la oscuridad fría y perenne
nos acoge con un manto
de estrellas pululantes y moribundas
que anuncian la lluvia que se acerca
y a los coyotes que nos miran.

Unos astros que dicen
a la tierra que eres mía.
Los árboles siguen mirando
y recordando para toda la vida;
testigos involuntarios
presenciando la nupcia
nocturna y eterna.

Los árboles saben muchas cosas.
Pero no saben
lo que es tener tu alma.

  -Angel Garcia.

sábado, 6 de mayo de 2017

La morena

Allá, sobre el horizonte
miro tus alas que me abrazan.
Entre suspiros te toco,
y la noche parece tu piel.

Me tragas con tu adrenalina
al caer la lluvia eterna,
mientras tu cabello
se enreda en mi esqueleto seco.

Te miro volar alto,
morena mía,
y te quiero
parada sobre todo lo que soy.

Sobre todo lo que fui,
y sobre todo lo que seré
luego de la muerte.

La vida llena de incoherencias
me acerca a tu pecho
dulce y sutil
que me acoge
como madre al infante.

Morena linda,
si al fin fueras mía,
mis brazos se volverían raíces
y tú serías la tierra fértil
que conmigo se fundirá.

Te quiero, morena.
Te quiero a ti y a tus lunares;
a tu nariz de cerro,
y a tus ojos de estrellas.

Te quiero sobre un mundo
que te extraña cada día;
y con mis pies
acaricio tu sierra.

Morena hermosa,
si tan sólo te viera volar
hasta que los sueños
no te toquen
y la rutina te pierda de vista.

Si tan sólo tuviera la dicha
de verte en el cielo
y sus espejismos,
morena mía,
te prometo
que me quedaré esperando
sobre la mesa
en mi ataúd
a que vengas y me liberes
de esta jaula que me aleja de ti.

   -Angel García.

viernes, 21 de abril de 2017

Triste reflejo de un hombre que se mira al espejo tristemente

¿Cómo puedes levantarte
y mirarte al espejo?

Tras largas noches
me torturo
con su manto ausente.

Y tú, pasas los días
como si no importara.
Como si un alma muriera
y tú lo disfrutaras.

Entre tanta porquería
y poesía barata,
el alcohol
me deja borrosa la vista
y los cigarros
matan a mis gatos lentamente.

Tocan las canciones
y yo sigo escribiendo
cosas sin continuidad
ni pureza.

¡Dios mío!
¿Cómo puedes levantarte
de la cama así de feliz?

Sin que te estruje
el colchón
y el sol te queme la espalda.

O sin que las moscas
bailen sobre tu piel
gris y sin vida.

No lo entiendo.
Quizá nunca lo entenderé.

Aunque quizá nunca me importe.

   -Angel Garcia

domingo, 16 de abril de 2017

El jardín burlón

Buscamos entre las rosas
los estragos del pasado.

Las arañas marcan
lo viejo de tus recuerdos,
y lo que fuimos en el invierno.

Te pones nostálgico,
y recuerdas tu risa de niño.
Los dientes caídos,
los raspones y los berridos.

Mientras lloras
la pared se ríe de nosotros.
Y las enredaderas
te ahorcan por morbo,
para ver más lágrimas.

Los hongos que crecen
sobre tus pies,
bailan al ritmo del aire
una danza burlona.

Yo sólo observo
y escribo lo que veo
el jardín que se goza
de tu sufrir,
y de tu nostalgia.

Sólo miro,
porque es más fácil mirar
y ser poeta,
que despertar,
y ser un hombre.

 -Angel Garcia

jueves, 13 de abril de 2017

Tres horas después

 Me siento sobre la banca
y te espero por sobre el mundo.

El tiempo se detiene
y yo sonrío al horizonte;
buscándote entre los faroles
y a través de la oscuridad.

Mientras vacilo con cigarrillos,
al borde de esta banca
te espero como un loco

Como un tipo en su boda,
sin novia, sin perro.

Te espero, entre los arbustos
y las multitudes
y no te veo.

Te pienso, y te siento;
pero no te veo.

Sobre el mundo
y sentado en la banca
te espero por última vez.

Y nunca llegas.
Luego de tres horas
te espero.

Mejor voy a mi tumba
ahí sé que me esperas.

   -Angel Garcia

lunes, 10 de abril de 2017

La fiesta de Arcelia

El siguiente escrito es una adaptación mía de uno de los tantos relatos que me ha contado mi abuela; que le contaron a ella, y que espero ustedes cuenten algún día. Todo esto para no perder la esencia de lo que un día existió y se creyó. Las voces viejas aún se oyen tras los ecos, y vale la pena escucharlas.

    Todo ocurrió mientras estaba en una borrachera. La mirada borrosa y el aliento a mezcal pulverizaban mi cabeza como si la agarraran a garrotazos. Y las visiones, combinadas con la temblorina, se me ponían encima como zopilotes a un cadáver.

    Era temprano, de eso sí me acuerdo. Como las tres de la madrugada. Y yo iba derecho a mi casa en las faldas del cerro. Tenía todo planeado: iba a llegar, hacerme un huevito y calentar frijoles y tortillas que mi vieja hizo pa'comer en la tarde. Luego, a las cinco me levantaría e iría a pastorear el ganado y a chingarle al campo. Lamentablemente, el destino me quería pa'otra cosa esa noche.

     Mientras iba bien tomado y entre mis alucinaciones, se paró frente a mí un caballo negro; pero negro con ganas. Con los ojos como clavos a los míos; y cada que pisoteaba, el suelo retumbaba y se oían truenos y gritos de misericordia a la vez. Mientras el animal gigante me bufaba en la cara un aire bien caliente y espeso, oí una voz que decía: "¿Usteh es Fernando Cortés?"; a lo que yo respondí: Pa'servirle, compadre". El hombre sonrió mostrando unos dientes filosos, con colmillos de plata, y provocando sentimiento de angustia a todo al rededor, menos a mí. Entonces, sentí cómo esa sonrisa macabra cortó de un jalón el aire que su bestia soplaba sobre mí. El susodicho era apuesto. Un hombre alto y fuerte. Vestía un traje negro de charro, nomas con adornos de oro y un sombrero bien grandote con pequeñas figuras humanas pegadas.

     El jinete, luego de quedarse en silencio un rato, soltó de golpe un suspiro que me voló el sombrero. Luego dijo: "Mire, compadre, yo venía a invitarlo cordialmente a una fiesta, pa'luego llevármelo. Pero la verdad es que usteh anda bien briago, y así hasta flojera da raptarlos. Sin embargo, la invitación a la fiesta sigue en pie".

     A mí ya se me había bajado lo borracho para ese momento; pero, con lo que dijo, más me hice el tomado; aunque sospecho que ese tipo ya lo sabía. Total que le dije: "¿Una fiesta, compadre? No lo sé; tengo que llegar a mi casa pa'comer y con mi mujer. No se me vaya hacer tarde para chambear mañana". Vi en su rostro cierta molestia que se le marcaba sobre los ojos como tumba. Aún así, bien calmado me dijo: "Vamos, compadre, fíjese que no se arrepentirá. Nomás será un ratito; voy por algo y nos regresamos. Igual, no hace daño ir si nomás es un ratito ¿No?". Terminaba su oración pelando los dientes; seguro de que iría con él, porque sino me llevaba. Al final tuve que decir que sí.

   El charro me pidió que me subiera al caballo y que cerrara los ojos bien fuerte; y yo, con harto miedo, y sin más remedio, pus me subí. Nomás oí que me advirtió "agárrese fuerte, pues, sino se descalabra y queda tirado y bien frío a mitad del cerro".Sentí que mis tripas se movían y se apretaban como si dos paredes me estuvieran aplastando; y para cuando me bajé del potro casi termino vomitando. Abrí los ojos luego de la sacudida, y me di cuenta de que estaba en una fiesta. Todos bien vestidos; con camisas finas y botas caras; tomando tequila del que me costaría los dos ojos. Y las mujeres escotadas y elegantes, rodeadas de tanto chamaco presumido y mareado. Le pregunté al fulano: "¿Dónde andamos, compa?"; a lo que él respondió: "Estamos en Arcelia, Guerrero, compadre, no se espante que yo me encargo de que llegue a su casa-".

   Nos quedamos en la fiesta cotorreando y tomando unos tequilas. Todo iba bien; reímos, bebimos y bailamos cuanto pudimos. Pero de un momento pa'otro, el sujeto que me acompañaba de puso serio y callado; podía olerse la rabia que salía de su cuerpo y podía ver que su cuerpo sacaba algo que no sé describir. Entonces, bajita la mano se acercó a decirme: "Compa, quiero que se vaya corriendo al caballo cuando vea que se quiere empezar a poner feo, y ahí me espera; no se olvide de cerrar los ojos, compadre". Entonces le pregunté por qué y dijo: "Me tengo que llevar a alguien, compadre. Pa'eso vinimos"

    Para cuando alcancé a reaccionar vi que mi compañero iba en camino a la mujer más bonita de la fiesta; la que por cierto, andaba bailando con otro mengano. Entre mi embelesamiento vi que la invitaba a bailar, pero ella le decía que no; a lo cual el charro, que ya no era un charro, agarró a la muchacha y la arrebató de las manos del otro hombre. Total que se enojó el mengano, y ahí fue donde vi que mi acompañante desenfundó una pistola enorme que apenas cabía en su mano gigante; mientras él se hacía más grande y su piel se volvía negra como su traje.

    Ahí fue donde ni las patas me ajustaron para correr hacia el animal. Cerré los ojos, y lo único que escuché fue un estruendo tan grande que me dejó sordo un rato. Sentí cómo se subió al cuaco, justo frente a mí, y lo echó andar. Percibí de nuevo el sacudón de tripas que, junto con el susto y el alcohol, ahora sí me hizo vomitar recién me bajé de la bestia. Volteé para arriba y topé mi mirada con un borroso charro, ahora sí. Vi que tenía una bolsa negra como de tela fina, y le pregunté qué tenía ahí. A lo que respondió, con una sonrisa malévola en su cara: "si acabas de vomitar, no creo que quieras saberlo, compadre"; luego soltó una carcajada que distorsionó el ambiente como el infierno.

 — Aquí estamos ya, en su casa - mencionó luego de reír-. Quiero que llegue y descanse. Me la pasé bien con usteh, Fernando. A ver qué  otro día nos volvemos a ver.
 — Pa'servirle, compadre. Sólo espero no me lleve la chingada cuando lo vuelva a ver.
 — Ojalá y no, don Fernando -añadió luego de reírse-. Usteh me cayó bien, así que ojalá y no. Nomás pa'dejarse de formalidades, dígame 'Satanás'.
 Ta'bueno pues, Satanás. Gracias por pasearme. 

   No se despidió, ni nada. Nomás se sintió el clima más frío. Como se debe sentir un clima de madrugada. Apenas volví al mundo, me entró un miedo bien grande que me caló los huesos. Me metí  a la casa como pude, y miré el reloj viejo de mi pared. Para mi sorpresa sólo había pasado media hora -en realidad eso fue lo que menos me sorprendió-.


  Me eché dos copitas de mezcal y tiré lo que sobró en la botella. No pude dormir esa noche. En lo único que pensaba, era en la bolsa del mentado Satanás, y si un día iba a ser mío lo que traiga dentro de ella.


    -Angel Garcia

lunes, 3 de abril de 2017

El último árbol

Nota: El relato debe ser interpretado por el lector. Yo, como un lector más, tengo un punto de vista "exclusivo" respecto al cuento; sin embargo, nada me gustaría más que usted, querido lector, sacara a flote sus propias impresiones, conclusiones y correcciones;para que entonces el cuento se vuelva usted y no yo. Para que sea el narrador y los personajes a la vez; y más importante, para que lea desde donde se vive el cuento, y no desde donde vive usted. Gracias.

     Han pasado los años desde que llegué aquí. No está mal, pero aún no estoy seguro de si estoy en el infierno o en el paraíso; aunque a mi parecer se ve más como el infierno.

    Con forme el tiempo ha transcurrido los niños han nacido; y desde acá he visto todo. Han existido niños buenos, niños malos, y niños muy malos; tanto que el mundo se fue al carajo.

    Lo he observado todo. Es entretenido.Uno a uno los he mirado y acompañado a través de su vida. Aquí el tiempo es mero cuento, así que me tardo lo que me dé la gana. Ojo: sé que han pasado los años, a pesar de que aquí no existe el tiempo, porque fui humano, y entiendo el concepto.

   Últimamente me llamó la atención una chamaca: Diana; así se llama la escuincla.

    Diana es una niña pobre y sin padre. Fueron abandonadas su madre y ella cuando era recién nacida. Su mamá trabaja en la casa de un "poderoso"; una orden de personas que tienen con qué sobrevivir ante la crisis y aseguran repartir equitativamente los suministros a la gente. Aunque no sea así.

   La madre de Diana casi siempre regresa llorando; y tarde, muy tarde; y pareciera que cada vez que regresa, un trozo de su juventud se queda allá. Su felicidad se la comen los dueños de la casa y le dan migajas para recompensarlo. Llega y reza -Diana no sabe a quién- y pregunta por qué a ellas; por qué sus tierras, si ningún mal habían hecho. Que por qué su vaca, o sus perros; los chivos y las gallinas... todo era para lamentarse e implorar una respuesta. Diana cree que tanto implorar ya es inútil; se ve sobre su cabeza la idea.

   Por otro lado: no he mencionado el origen de la catástrofe.
¿Quién diría que la macro-producción y la construcción irracional acabarían con todo?  Claro que estoy siendo un tanto sarcástico.Uno se puede dar el lujo de reír ante el desastre una vez muerto y enterrado en esta pocilga. Ahora sólo observo sentado,con centenares de cigarrillos en lo que queda de mis pulmones.

   Sin embargo, a la pequeña Diana no le parece gracioso, puesto que está en un infierno; pero no está muerta. Y no puede arrancarse la vida de un tajo y desperdiciar todo el esfuerzo de su madre, que a veces sonríe para su hija. Ella no es así; y por más que quisiera sabe que debe estar ahí, con aquella mujer que le obsequió la vida, y que aún lucha por seguir regalándosela.

   Me he percatado que Diana se enfocó en buscar la esperanza en los rincones más abstractos del lugar. Mucho después de los supermercados fantasma; entre las fábricas de armas y plásticos, desmoronadas por los mismo habitantes del lugar. Atravesando las ruinas del hospital inservible y nostálgico; con las almas de los difuntos y los cuerpos sobre las camillas aún.

   Mientras cruzaba el pasillo helado, escuchaba los susurros dolorosos de aquellos espíritus olvidados por sus familias. Oía la voz de los fallecidos; le imploraban ayuda,y ella sólo podía encender una veladora,para que no tuvieran miedo de lo oscuro.

   Todo eso pasaba con tranquilidad la niña. Sólo para toparse, frente a frente, con él: aquello que le llenaba los ojos de esperanza. "El último árbol", lo llamaba Diana. Un titán que lucha para seguir dando vida, y flor, y fruto, y sombra. Un refugio para Diana y otros pocos seres que sobrevivieron a la tormenta de porquerías.

  Ella sólo sube a lo más alto del gigante; y observa el paraje mortífero mientras piensa. ¿Qué piensa? No lo sé; usted indague, lector, pero lo que sí puedo decir es lo que mira: un cascarón sin alma. Un mar de tonos grises y negros que se mezclan con el sonido del llanto; fundidos en un desierto de latas vieja y oxidadas. Ella ve desolación en su máximo esplendor, y destrucción que no se ha detenido; no ve nada más allá de la línea; la nada es oscura y siniestra.

  Desde aquél punto tan alto sólo observa miseria. Y, al igual que yo desde éste lugar sin nombre, ella queda paralizada ante ese paisaje tan horroroso para una niña: bosques de fuego, gritos de asaltos y violaciones mezclados entre la agonía de los moribundos que se revuelcan de dolor entre los muertos llenos de lepra; tirados como si fueran basura. Perros del tamaño de ratas y ratas del tamaño de coyotes. Las tiendas comerciales y los cines que se comieron la tierra, desvencijados, echados al resentimiento de una era tecnológica que acabó con la felicidad y vida de los pueblos.

   Diana veía todo con una mirada fija y decepcionada. Pero ella tenía especial rencor sobre un lugar: la casa en donde trabaja su madre. La fábrica en donde extraen su juventud y su felicidad por unas migajas. La mansión de los "poderosos". La pequeña sigue pensando, quién sabe en qué; y sólo se escucha un refunfuño entre dientes: "un refugio para los de la alta ¡Los demás que se jodan!"

    Se toca el corazón mientras alcanza a ver cómo devoran animales extintos, y se le atora esa injusticia en su pecho de niña. Y quiere llorar, pero sigue mirando; mirando los ríos que tuvieron agua hace muchísimo tiempo, y que ahora ni las lágrimas alcanzan para llenarlo. Y los campos, en los que su madre jugó y cosechó cuando era pequeña, que ahora son grises y tristes. Mira el cielo que ahora es negro, y al sol, que desaparece con el atardecer como siempre. Entonces se deja caer una noche tan oscura como el smog perpetuo de los despojos del pueblo.

     Diana deja de mirar, y de pensar. "Primera llamada",  se dice a sí misma entre dientes; como preparándose para una actuación sombría en un teatro macabro. Baja del árbol y lo abraza como si fuese la última vez que siente su corteza y se despide con un beso; así como se despide todos los días de él. Como si siempre tuviera la certeza de una muerte segura.

     Corre a través de los locales de comida rápida con un cubrebocas, porque el hedor de esa comida descompuesta le parece horrible. Pasa por lo que solía ser el pozo del pueblo: vacío; sólo con gritos y berridos de fantasmas; escucha a los coyotes antes de perderse en los lamentos y mira hacia un cielo sin estrellas. "Segunda llamada".

     Atraviesa los esqueletos de edificios y se encuentra, cara a cara, con dos hombres embrutecidos por el alcohol y su poder. Cargados de comida que ni ellos y sus enormes barrigas pueden aguantar. Diana, con sus manos temblorosas y pequeñas de niña, levantó el revólver que siempre trajo, y lo sostiene con firmeza.  De la nada, su rostro se tornó más serio de lo normal, mientra soltaba como un estruendo las palabras: ¡Arriba las manos, hijos de su pinche madre!

     Los hombres ebrios se tiraron a llorar y a suplicar; sin embargo, Diana quería acabar con esto ya. Disparó dos veces. Los hombres cayeron internes a lado de los pies de la niña; pálidos y con los ojos abiertos; ojos que expulsaban la proyección de su muerte, y que miraban las lágrimas de una infante que rodaban por su mejilla.

  "Tercera llamada", dice al fin.

    -Angel Garcia

viernes, 31 de marzo de 2017

Poema de reconocimiento #1

La luz te pega en la cara
y mis versos se arriman a tu boca;
los faroles se roban tu imagen
y mis ojos padecen de ti.

Te observo sobre a frontera
y no alcanzo a distinguir tu mirada
que me mata y me atormenta;
que me pinta la sonrisa sobre el rostro.

Me pregunto dónde te encuentro.
Y la respuesta no está en mi sangre.

Miro tu luz
sobre la luz de los focos.
Y tú no me miras.
No puedes, a veces.

Pero me tocas.
Y entras en mí. Siempre.
Y, como animal manso,
me arrodillo a tu vientre,
esperando la ejecución;
rogándote me liberes
de todo el mal que hay.

A lo lejos te miro.
Entre los faroles.
Y te reconozco porque me tocas.
Porque me susurras.
Porque crees en mí.

 -Angel García

domingo, 12 de marzo de 2017

Poesía sobre tu alma (erótica)

Te lanzas como el frío sobre mi piel
Y atraviezas los poros sin esfuerzo.

Acaricio tu alma sin pecado
Y la lleno de mí, la lleno de ambos.

Te postras sobre mi figura
Cual cuervo sobre la ventana
Y los suspiros se asoman sobre mi pecho.

Me duele saber que no puedo escapar
Y darte un beso con sabor a caricias.

Mujer sin pecado
Te transformas en mujer sin alma
A la hora de mirarnos desnudos.

Mujer sin alma.
Que se lleva mis restos.
Que no vacila con mis gestos
Y que se come mis huesos, sin piedad.

    -Angel Garcia