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domingo, 2 de octubre de 2016

2 de Octubre

El olor de la sangre aún puede sentirse;
la densidad y el color aún existen. La plaza se cubre con una tranquilidad escalofriante. La imaginación de los niños puede ver a los fantasmas de la escena sangrienta; y si sollozan, no se sorprendan;
y si ignoran... menos. Tlatelolco en la monotonía ignora el daño irreparable; el hedor de los cuerpos olvidados se mezcla con el smog de la ciudad. Los ecos que persisten no son más que gritos de ayuda y desprecio; se confunden con el noticiario que indica en el clima un día soleado,
o lluvioso, en el caso más apropiado.
En Tlatelolco llueve; cada 2 de Octubre llueve para limpiar la sangre derramada de los muros perforados y traumados. La tranquilidad enfermiza en las calles de Tlatelolco es insultante y triste; una fosa de ignorancia en donde los ideales se encuentran sepultados. En Tlatelolco llueve para limpiar el desastre humano.
El desastre que olvidamos.

En la plaza se miran los cuerpos.

Caminan sin vida, entre nosotros.

Tlatelolco está triste y nosotros atrapados en la rutina; ofendiendo al buen futuro que puede volver a ser acribillado.


-Angel García.

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