El olor de la sangre
aún puede sentirse;
la densidad y el color aún existen.
La plaza se cubre
con una tranquilidad escalofriante.
La imaginación de los niños
puede ver a los fantasmas
de la escena sangrienta;
y si sollozan, no se sorprendan;
y si ignoran... menos.
Tlatelolco en la monotonía
ignora el daño irreparable;
el hedor de los cuerpos olvidados
se mezcla con el smog de la ciudad.
Los ecos que persisten
no son más que gritos de ayuda y desprecio;
se confunden con el noticiario
que indica en el clima un día soleado,
o lluvioso, en el caso más apropiado.
En Tlatelolco llueve;
cada 2 de Octubre llueve
para limpiar la sangre derramada
de los muros perforados y traumados.
La tranquilidad enfermiza
en las calles de Tlatelolco
es insultante y triste;
una fosa de ignorancia
en donde los ideales
se encuentran sepultados.
En Tlatelolco llueve
para limpiar el desastre humano.
El desastre que olvidamos.
En la plaza se miran los cuerpos.
Caminan sin vida, entre nosotros.
Tlatelolco está triste
y nosotros atrapados en la rutina;
ofendiendo al buen futuro
que puede volver
a ser acribillado.
-Angel García.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario