Policías y ladrones jugaban los niños en los barrios, colonias o calles de distintos lares. Míralos jugar, míralos en la inocencia de la diversión; porque en cualquier momento se marcharán a la escuela, y el estudio será su nuevo juego; el juego en el que muchos perderán y a otros no les parecerá divertido; entonces desertarán para jugar otra cosa.
Corren tras de ellos mismos, sonriendo y disparando imaginariamente. Policías y ladrones jugaban los niños; jugaban antes de preocuparse por el futuro, antes de perder la inocencia.
Existían otros juegos, como las escondidas, correteadas... quizá luchar cuerpo a cuerpo -aunque en realidad sólo se abrazaban muy fuerte y se tiraban contra el suelo a revolcarse-. Jugaban los niños, felizmente en el parque, en su calle, fuera o dentro de su casa... en el patio, quizá, o incluso en el mercado, mientras acompañaban a mamá por las verduras. Jugaban antes de que ya no hubiese verduras en la casa; antes de entender lo que hacía sufrir a mamá; jugaban antes de ver, antes de leer, estudiar y convertirse en profesionistas sin comida, ni empleo.
Ahora esos niños con bigote, cabello largo, barba, busto... con más masa corporal y aquella voz que había cambiado; también las ideas habían cambiado... todo había cambiado. Ahora ellos toman las armas, no de juguete, ni imaginarias, y se preparan para un juego del que quizá no regresen.
Esto ya no es policías y ladrones. Ahora el juego se llama "Tierra y Libertad".
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