He aprendido a odiar a aquellos proxenetas de palabras dulces y cursis denominados a sí mismos “poetas”… aunque tal vez estoy empleando mal el concepto; he sabido reconocer a los poetas que me repudian y a los que debo admirar. He aprendido que el amor no es como lo pinta la historia romántica o renacentista, que no es más que una ilusión esperanzadora, llena de anomalías y espectros que aparecen hasta el final de tal espejismo. He aprendido que no puedo “dibujarte la sonrisa con el borde de mi mano”, como el gran Cortázar dice, sin cumplir antes, o después, una condena; he aprendido que la “mujer perfecta” es aquella con la que sufres más; he aprendido que el amor es una pandemia, una enfermedad irremediable y contagiosa que infecta a todos y sin embargo nos embriaga y satisface. He aprendido que al amor lo sobreponen ante cualquier cosa, en especial ante la razón.
Y sobre todo he aprendido… que el amor nos carcome por dentro, nos devora como larvas a un ser en descomposición, nos destruye lentamente y no se detendrá, hasta mirarnos matándonos los unos a los otros, amándonos y desmembrándonos, hasta ver cómo el mundo se consume mientras esboza aquella sonrisa malévola con la que mostrará la satisfacción por haber cumplido su maldito y mundano objetivo.
- Angel García
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