Aquí estoy yo,
sentado en la banca de un zoológico mientras miro minuciosamente la gente que
se acerca a la jaula de los tigres. Excitados, aquellos animales humanoides, al
observar el feroz espectáculo. Dos tristes y enfurecidos felinos;
enardecidos y humillados, exigiendo que los liberen.
Especulando llego a la conclusión de lo estúpido que es pensar que ellos se han acostumbrado a tal cautiverio; ellos son como el soñador: desean la libertad. Todos los prisioneros de esta mazmorra turística quieren sueñan con ser libres.
Especulando llego a la conclusión de lo estúpido que es pensar que ellos se han acostumbrado a tal cautiverio; ellos son como el soñador: desean la libertad. Todos los prisioneros de esta mazmorra turística quieren sueñan con ser libres.
Es irónico y
aceptable asumir la idea de que los animales tienen más conciencia que
nosotros; a cuántos activistas y revolucionarios de sillón no habré escuchado
decir eso, mientras maldicen a los que piensan lo contrario. Retomando el
punto. Ellos fantasean con comer todo lo que les dé en gana, saltar sin ver
aquellas líneas negras de frío acero que les impiden seguir más allá o
aparearse sin el silencio provocado por los ojos que los miran fijamente, como
clavos en madera.
Ellos no se han
acostumbrado a la marginación; sin embargo, sus espectadores son otra cosa… lo
contrario, diría yo. Sus espectadores han confiado ciegamente en el espacio
dentro de la verja que el babuino le ha impuesto a cada uno. No se adaptaron,
sino que se conformaron; se conformaron a la privatización de sus sueños, de
sus fuerzas, de sus selvas… se conformaron tras ser arrebatados de su libertad
por un método tan sutil como el vuelo del mosquito.
Es imposible pensar
que somos mejores o más inteligentes que aquellos seres encerrados contra su
voluntad, si nosotros hemos sido puestos en una jaula a voluntad propia… sinceramente
me parece un tanto estúpido; pero bueno, se supone que nosotros somos los
racionales ¿no?
En fin, me despido,
no porque quiera, sino porque tengo que retirarme ya que pronto cerrarán el
zoológico y mañana tengo que entrar a las siete horas a un trabajo tan jodido
como éste banco, sólo para ganar aquella limosna que seguramente gastaré en
pañales, comida, impuestos y, si tengo suerte, quizá en otra entrada al
zoológico.
-Angel García.
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