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domingo, 26 de julio de 2015

Visita al zoológico


Aquí estoy yo, sentado en la banca de un zoológico mientras miro minuciosamente la gente que se acerca a la jaula de los tigres. Excitados, aquellos animales humanoides, al observar el feroz espectáculo. Dos tristes y enfurecidos felinos; enardecidos y humillados, exigiendo que los liberen.
Especulando llego a la conclusión de lo estúpido que es pensar que ellos se han acostumbrado a tal cautiverio; ellos son como el soñador: desean la libertad. Todos los prisioneros de esta mazmorra turística quieren sueñan con ser libres.

Es irónico y aceptable asumir la idea de que los animales tienen más conciencia que nosotros; a cuántos activistas y revolucionarios de sillón no habré escuchado decir eso, mientras maldicen a los que piensan lo contrario. Retomando el punto. Ellos fantasean con comer todo lo que les dé en gana, saltar sin ver aquellas líneas negras de frío acero que les impiden seguir más allá o aparearse sin el silencio provocado por los ojos que los miran fijamente, como clavos en madera.

Ellos no se han acostumbrado a la marginación; sin embargo, sus espectadores son otra cosa… lo contrario, diría yo. Sus espectadores han confiado ciegamente en el espacio dentro de la verja que el babuino le ha impuesto a cada uno. No se adaptaron, sino que se conformaron; se conformaron a la privatización de sus sueños, de sus fuerzas, de sus selvas… se conformaron tras ser arrebatados de su libertad por un método tan sutil como el vuelo del mosquito.

Es imposible pensar que somos mejores o más inteligentes que aquellos seres encerrados contra su voluntad, si nosotros hemos sido puestos en una jaula a voluntad propia… sinceramente me parece un tanto estúpido; pero bueno, se supone que nosotros somos los racionales ¿no?

En fin, me despido, no porque quiera, sino porque tengo que retirarme ya que pronto cerrarán el zoológico y mañana tengo que entrar a las siete horas a un trabajo tan jodido como éste banco, sólo para ganar aquella limosna que seguramente gastaré en pañales, comida, impuestos y, si tengo suerte, quizá en otra entrada al zoológico.
-Angel García.  

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