¿Cuánta poesía cabe en las tripas de una persona? ¿Quince poemas? ¿Veinte? ¿Cincuenta y ocho? Es igual, a las personas no les entra la poesía hasta que sus infames vidas la necesitan.
Las canciones carecen de sentido sin un estímulo sentimental previamente detonado. Los poemas son ilegibles, las pinturas rayones sin sentido. La poesía no se crea a la ligera; no puedes forzarte tomando una musa artificial y tratando de deidificarla y adorarla, mientras divagas sobre sus ojos o lo bien que sienta el brillo lunar con su blusa negra. La poesía se crea sobre un sentimiento roto; sobre mentes y corazones gastados que resucitan con experiencia de ancianos. Hay quienes no entienden eso y terminan escribiendo basura plástica.
No obstante, la poesía se halla en cualquier lugar; desde una palabra dulce, llena de sentimientos, hasta una rama seca que te muestra la belleza detrás de la muerte. Insisto: esto es casi imposible verlo sin un detonante de sentimentalismo. La lluvia se vuelve lágrimas y los postes de alumbrado se transforman en nostalgia. La vida es poesía, y el estrés somos nosotros. Los ciegos de poesía.
La poesía es una plaga que se apodera de ti cuando estas enamorado o falto de amor; cuando te frustras por las noches o cuando estas borracho y sin corazón.
¿Cuánta poesía cabe en las tripas de una persona? La respuesta correcta a eso es "¿qué me importa?"; cabrá cuanta tenga que caber; la que quieran ingerir los lectores o la que necesiten vomitar los escritores. No hace falta entenderlo; la poesía no se entiende, es algo que se tiene, y que se siente al tacto con la piel. La poesía no se crea a la fuerza; se expulsa de los poros y crece como el cabello, o las uñas; es algo que se llora o que sale con el sonido de la risa.
Estamos en una era decadente para la poesía, debo admitir, pero aún resiste; siempre lo ha hecho. Aún es terca y quiere atención. Aún provoca estertores y pesadillas, aún se escucha, sin rima o con rima, en prosa o en verso aún se lee. Aún resiste, como el calor corporal de dos amantes ante el frío de un clima invernal.
¿Cuánta poesía cabe en las tripas de una persona? No me importa. Yo sólo quiero escupir ésta que quiere salir, y escribir más para no morir en el olvido.
-Angel Garcia
Escritor, a veces. La esencia de un monstruo proyectada en letras. Dibujo un poco; amateur en todo. Vago por las calles con cigarros y una pluma siempre en el bolsillo.
Traducir texto.
jueves, 24 de noviembre de 2016
martes, 22 de noviembre de 2016
Te quiero para los dos
Querida; no te quiero ni para mí,
ni para ti. Te quiero para los dos.
No lo malinterpretes, por favor;
es mucho más egoísta de lo que suena.
No te quiero
para que tu cuerpo me cubra del frío;
o tus labios me llenen de besos.
Te quiero para escribir, y para no hacerlo.
Para leer, pero sin quedarme ciego.
Te quiero para esperar los jueves
-siempre son los jueves-,
o para mirar el cielo sin arrepentimiento;
para mirar una estrella muerta sin nostalgia.
Te quiero para alentar el tiempo;
para contar las flores
y escuchar cuentos.
Te quiero.
No para ti, ni para mí.
Te quiero para los dos.
Para atacarnos como humanos
y amarnos como animales.
Te quiero para que seas la vida
y yo interprete a la muerte.
Te quiero para los dos, mi amor.
No lo malinterpretes;
es más egoísta de lo que suena.
Siempre lo fue, y siempre lo será.
-Angel Garcia
ni para ti. Te quiero para los dos.
No lo malinterpretes, por favor;
es mucho más egoísta de lo que suena.
No te quiero
para que tu cuerpo me cubra del frío;
o tus labios me llenen de besos.
Te quiero para escribir, y para no hacerlo.
Para leer, pero sin quedarme ciego.
Te quiero para esperar los jueves
-siempre son los jueves-,
o para mirar el cielo sin arrepentimiento;
para mirar una estrella muerta sin nostalgia.
Te quiero para alentar el tiempo;
para contar las flores
y escuchar cuentos.
Te quiero.
No para ti, ni para mí.
Te quiero para los dos.
Para atacarnos como humanos
y amarnos como animales.
Te quiero para que seas la vida
y yo interprete a la muerte.
Te quiero para los dos, mi amor.
No lo malinterpretes;
es más egoísta de lo que suena.
Siempre lo fue, y siempre lo será.
-Angel Garcia
domingo, 20 de noviembre de 2016
El día de los espíritus
Mira, mijo. Dicen que el día de muertos es especial porque se une el mundo espiritual con éste. Es donde el tata da permiso a las almas para salir de la tumba y echarse un taco.
Es bello, porque parece ser una de las pocas ocasiones en que lo vivos nos esforzamos mucho más por una buena presentación pa'los muertos; pos cómo no, si bien que luego te espantan, los cabrones, por darles fruta medio echada a perder.
Está bonito todo; la gente se viste, las velas se prenden, el cempoalxochitl se huele desde las casas y florece en el cerro; los dulces y el pan puestos en la ofrenda para los pequeños; o mezcal y cigarros pa'los grandes.
Pese aquello tan bonito, hay quienes no creen; y tengo el relato perfecto para eso: Cuando era joven, mi abuelo me contó que una pareja vivía en las faldas del cerro; bien pobres que eran, con su casa pequeñita y su pedacito de terreno que les vendió el apá de mi abuelo. Decía que le caían bien.
Total que llegó el día de muertos, y la señora andaba toda culeca y preocupada; entonces le dijo a su esposo:
-Ándale, a ver si le compras siquiera un pan y una veladora a tu pá y tu abuelo.
-¡Bah! -respondió el señor- Tú qué crees en esas cosas; voy a creer que los muertos van a salir del panteón pa'comer; ya mero estará pasando. Ya ni nosotros, que todavía andamos vivos y sufriendo por la comida, ya ni la friegas, vieja.
La pobre doña se puso bien triste, pero al don no le ajustó lo que dijo y quería seguir chingando, pues. Entonces agarró unos olotes bien secos y les prendió la punta; luego fue al terreno por una caca de vaca bien seca y le dijo a su mujer: "aquí están tus veladoras y la torta pa'que coman los espíritus". Los puso en la ofrenda y ahí los dejó hasta la noche; no dejó que la señora los quitara, a pesar de su coraje y su tristeza.
Como a eso de las tres de la madrugada unas luces despertaron al don, tanto que se fue a asomar indiscretamente por afuera de la casa. Lo que vio fue una marcha grande y llena de veladoras dirigiéndose al panteón. Con un poco de intriga fue con su mujer y le comentó:
- ¿Ya viste vieja? ¿Qué habrá allá?
- Ha de ser una procesión de la iglesia por el día de muertos, ya duérmete- Respondió la señora con tono de irritación en sus palabras, supongo que por un sueño interrumpido.
Ah, pero al viejo no le bastó con esa respuesta. Seguía curioso, por lo que había visto; tanto que salió y se sentó al borde de las escaleras, en el zaguán de la casa, y se puso a mirar mientras fumaba el cabrón. Bien que se veía de ahí al panteón esa noche -según me dijo mi opá-.
Pa'no hacertela tan larga, el señor se quedó allí, mirando el gentío; según mi abuelo, el don los veía brillosos y borrosos, a tal punto que se acercó más y esforzó su vista lo más que pudo. Al hacer eso alcanzó a mirar dos masas amorfas y brillantes en especial, dos masas que se parecían a su abuelo y su apá. El señor se quedó mudo, congelado de emociones juntas que explotaban y se asomaban, entre ellas la tristeza, la sorpresa, el arrepentimiento. El don no aguantó mucho y soltó el llanto al ver a sus muertos queridos llevándose la esencia de los olotes y los deshechos de la vaca, con cara triste y desolada. El llanto del viejo no era un llanto normal, sino uno de impotencia y rabia hacia uno mismo, bien feo, mijo, de ese llanto que te llega cuando la riegas y no hay remedio.
Dice mi pá que el viejito lloró toda la noche hasta que terminó bien el día de los espíritus. Y de ahí en adelante no volvió a faltar un solo año que no les pusiera ofrenda a sus difuntos; eso hasta reunirse con ellos y pedirles perdón por todo.
Uno llegaría a pensar que tu tatarabuelo fue el mentado protagonista de la historia; la verdad yo llegué a pensarlo, pero tal vez nunca lo sepamos... ni aunque me muera y lo vea donde quiera que ande.
Mijo, te cuento esto para que creas. Yo creo, pero fui como tú, y la verdad no me gustaría que me pase lo de al señor, o peor, que me pase lo de a los espíritus; ni mucho menos quisiera que te pasara a ti. Las generaciones se van olvidando de lo que existió, mijo, de lo que te cuentan los antigüitas; yo por eso te cuento a ti; para que le cuentes a los que vienen y que no dejen de creer... no nos queda de otra, pa'llá vamos todos y lo único que quedará será nuestro recuerdo... pobres de nosotros si los que siguen dejan de creer ¿no?
-Angel Garcia
Es bello, porque parece ser una de las pocas ocasiones en que lo vivos nos esforzamos mucho más por una buena presentación pa'los muertos; pos cómo no, si bien que luego te espantan, los cabrones, por darles fruta medio echada a perder.
Está bonito todo; la gente se viste, las velas se prenden, el cempoalxochitl se huele desde las casas y florece en el cerro; los dulces y el pan puestos en la ofrenda para los pequeños; o mezcal y cigarros pa'los grandes.
Pese aquello tan bonito, hay quienes no creen; y tengo el relato perfecto para eso: Cuando era joven, mi abuelo me contó que una pareja vivía en las faldas del cerro; bien pobres que eran, con su casa pequeñita y su pedacito de terreno que les vendió el apá de mi abuelo. Decía que le caían bien.
Total que llegó el día de muertos, y la señora andaba toda culeca y preocupada; entonces le dijo a su esposo:
-Ándale, a ver si le compras siquiera un pan y una veladora a tu pá y tu abuelo.
-¡Bah! -respondió el señor- Tú qué crees en esas cosas; voy a creer que los muertos van a salir del panteón pa'comer; ya mero estará pasando. Ya ni nosotros, que todavía andamos vivos y sufriendo por la comida, ya ni la friegas, vieja.
La pobre doña se puso bien triste, pero al don no le ajustó lo que dijo y quería seguir chingando, pues. Entonces agarró unos olotes bien secos y les prendió la punta; luego fue al terreno por una caca de vaca bien seca y le dijo a su mujer: "aquí están tus veladoras y la torta pa'que coman los espíritus". Los puso en la ofrenda y ahí los dejó hasta la noche; no dejó que la señora los quitara, a pesar de su coraje y su tristeza.
Como a eso de las tres de la madrugada unas luces despertaron al don, tanto que se fue a asomar indiscretamente por afuera de la casa. Lo que vio fue una marcha grande y llena de veladoras dirigiéndose al panteón. Con un poco de intriga fue con su mujer y le comentó:
- ¿Ya viste vieja? ¿Qué habrá allá?
- Ha de ser una procesión de la iglesia por el día de muertos, ya duérmete- Respondió la señora con tono de irritación en sus palabras, supongo que por un sueño interrumpido.
Ah, pero al viejo no le bastó con esa respuesta. Seguía curioso, por lo que había visto; tanto que salió y se sentó al borde de las escaleras, en el zaguán de la casa, y se puso a mirar mientras fumaba el cabrón. Bien que se veía de ahí al panteón esa noche -según me dijo mi opá-.
Pa'no hacertela tan larga, el señor se quedó allí, mirando el gentío; según mi abuelo, el don los veía brillosos y borrosos, a tal punto que se acercó más y esforzó su vista lo más que pudo. Al hacer eso alcanzó a mirar dos masas amorfas y brillantes en especial, dos masas que se parecían a su abuelo y su apá. El señor se quedó mudo, congelado de emociones juntas que explotaban y se asomaban, entre ellas la tristeza, la sorpresa, el arrepentimiento. El don no aguantó mucho y soltó el llanto al ver a sus muertos queridos llevándose la esencia de los olotes y los deshechos de la vaca, con cara triste y desolada. El llanto del viejo no era un llanto normal, sino uno de impotencia y rabia hacia uno mismo, bien feo, mijo, de ese llanto que te llega cuando la riegas y no hay remedio.
Dice mi pá que el viejito lloró toda la noche hasta que terminó bien el día de los espíritus. Y de ahí en adelante no volvió a faltar un solo año que no les pusiera ofrenda a sus difuntos; eso hasta reunirse con ellos y pedirles perdón por todo.
Uno llegaría a pensar que tu tatarabuelo fue el mentado protagonista de la historia; la verdad yo llegué a pensarlo, pero tal vez nunca lo sepamos... ni aunque me muera y lo vea donde quiera que ande.
Mijo, te cuento esto para que creas. Yo creo, pero fui como tú, y la verdad no me gustaría que me pase lo de al señor, o peor, que me pase lo de a los espíritus; ni mucho menos quisiera que te pasara a ti. Las generaciones se van olvidando de lo que existió, mijo, de lo que te cuentan los antigüitas; yo por eso te cuento a ti; para que le cuentes a los que vienen y que no dejen de creer... no nos queda de otra, pa'llá vamos todos y lo único que quedará será nuestro recuerdo... pobres de nosotros si los que siguen dejan de creer ¿no?
-Angel Garcia
martes, 1 de noviembre de 2016
“Así es cuando llueve”
Quisiera decir algo:
La lluvia trae consigo un juego de cartas para leer.
La lluvia trae consigo un juego de cartas para leer.
A lo largo del fenómeno se desprenden olores y recuerdos tanto agradables como tristes; y el habitáculo en el que te encierras se vuelve un espacio al que te aferras para no asfixiarte.
Ese instante en el que las gotas chocan contra el piso da lugar a tu transformación en pasado; aunque quizá deseas estancarte en un presente confortable: envuelto en cobijas y acariciando un gato. Quizá preferirías jugar un poco sobre un charco mientras te regocijas con el agua chocando sobre tu piel.
Las gotas perecen; batallan con las hojas de unos árboles gigantescos para ellas, con la esperanza de victoria. Esa guerra es nuestro espectáculo; somos el morbo, siempre observando.
Mientras el clima nos traga para su beneficio; para una melancolía disfrazada de soledad. Nos perdemos en las fotografías de aquellos que perdimos, de los gatos que no pudieron volver.
Mientras el clima nos traga para su beneficio; para una melancolía disfrazada de soledad. Nos perdemos en las fotografías de aquellos que perdimos, de los gatos que no pudieron volver.
Un tono grisáceo y hermoso. Así es cuando llueve.
Los niños preguntan "¿por qué el cielo llora?" y a los imbéciles se les inunda el alma con aguda tristeza: “Es que Dios está triste”; responden. Cuando llueve eres presa fácil; y los pensamientos te acorralan para devorarte mientras observas, hundido en la humedad de un suelo rasposo.
Los niños preguntan "¿por qué el cielo llora?" y a los imbéciles se les inunda el alma con aguda tristeza: “Es que Dios está triste”; responden. Cuando llueve eres presa fácil; y los pensamientos te acorralan para devorarte mientras observas, hundido en la humedad de un suelo rasposo.
Un sin fin de perspectivas sobre el entorno antiguo y asqueado de tI; algo fantástico, si me preguntan.
-Angel Garcia
lunes, 31 de octubre de 2016
Amante amorfo
Los amantes no tienen que ser simétricos. No existe el amante perfecto; siempre tienen esa sonrisa; sí, aquella que te alegra el día detrás de una cortina de calamidades, de pecados y traición.
Su sexo no tiene que ser profético. Tiene que ser bestial, sudoroso y amoroso; poético, en esencia. Sin lamentarse por el tiempo. Sin excusas y sin espacios personales.
Los amantes son errantes; vagos que caminan solitarios entre sábanas sucias y que nadan sobre la desesperación perpetua; tratando de sentirse acompañados aunque sea del humo que despide un cigarro moribundo.
No hay amante perfecto; todo es inestabilidad y ya. Una torre de adrenalina y olores fuertes y rezagados tan alta que tambalea, se desvela y sufre de incendios monstruosos.
No existen los amantes perfectos; sólo existen quienes proyectan música en su vaivén, o desprenden letras de los ojos; quizá hay quienes sólo muestran la sombra de una brutalidad o dulzura; inteligencia o estupidez; pero nunca todas y en armonía.
No existe el amante perfecto. La gente se pierde buscando lo mismo; unos brazos cálidos y llenos de espinas. Debemos conformarnos con lo que existe; con la belleza de la imperfección; con la frialdad de dos manos y el vapor de unos labios que dicen "te amo".
No existe el amante perfecto; sólo una canción desproporcionada; un blues caótico que se toca con desenfreno a la medianoche, o cuando hay oportunidad.
No existe algo parecido. Sólo dos seres amorfos apestando a desesperanza y comprensión mutua a la hora de traicionar.
-Angel Garcia
sábado, 29 de octubre de 2016
Casa sin techo (Crónica de un vagabundo)
Hace tiempo que paseo por las calles con ropa vieja y olorosa. Admito que mi hogar es el bulevar gastado, y estoy orgulloso de ello.
He visto cosas hermosas y horribles; sinceramente éste sitio es una ambivalencia extraña; un mar de decisiones intercaladas y opuestas; sí, señor, hay que enterarse de todo antes de pertenecer de lleno aquí; sin embargo, no hace falta saber nada para entrar aquí; así son las cosas.
¿Qué? ¿Lo más bello que me haya pasado? Eso es fácil: para mí, lo más bello es un buen día; y eso es sencillo de reconocer cuando por la madrugada despierto vivo, mas que nada, y sin frío; o el hecho de que la señora de los elotes me regale unos esquites, o el taquero me venda una orden por diez pesos es algo bello. Pero no quiero desperdiciar MI tiempo hablando de lo simple como recolectar dinero de turistas; quiero gastar mi saliva con lo hermoso... aquél momento antes de dormir. Ese momento en el que las estrellas y las luciérnagas se fusionan y crean una marcha nupcial luminosa; mientras las hojas de los árboles en el parque caen en picada a su destino cruel: una muerte congelada. Y yo, como observador inminente, y con mi ignorancia sobre lo frágil de la vida, sonrío y agradezco no ser más que el espectador, en lugar de ser aquellas hojas moribundas que me hablan sin boca. Y para el final: miro de nuevo el océano de luces que se mezclan con la orquesta distorsionada de una ciudad nocturna.
Todo eso logro mirarlo en el sin-techo de mi hogar; en el cálido abrazo de la banca y de unas sábanas podridas. Pobres turistas. No tienen idea de la verdadera belleza de una ciudad que muere y se consume por un lado oscuro. Sólo nosotros y los animales conocemos lo que no muchos tienen el privilegio de querer ver. Sólo nosotros, los invisibles, los que formamos parte del entorno. Los que vivimos en la calle... en una casa sin techo.
-Angel Garcia
He visto cosas hermosas y horribles; sinceramente éste sitio es una ambivalencia extraña; un mar de decisiones intercaladas y opuestas; sí, señor, hay que enterarse de todo antes de pertenecer de lleno aquí; sin embargo, no hace falta saber nada para entrar aquí; así son las cosas.
¿Qué? ¿Lo más bello que me haya pasado? Eso es fácil: para mí, lo más bello es un buen día; y eso es sencillo de reconocer cuando por la madrugada despierto vivo, mas que nada, y sin frío; o el hecho de que la señora de los elotes me regale unos esquites, o el taquero me venda una orden por diez pesos es algo bello. Pero no quiero desperdiciar MI tiempo hablando de lo simple como recolectar dinero de turistas; quiero gastar mi saliva con lo hermoso... aquél momento antes de dormir. Ese momento en el que las estrellas y las luciérnagas se fusionan y crean una marcha nupcial luminosa; mientras las hojas de los árboles en el parque caen en picada a su destino cruel: una muerte congelada. Y yo, como observador inminente, y con mi ignorancia sobre lo frágil de la vida, sonrío y agradezco no ser más que el espectador, en lugar de ser aquellas hojas moribundas que me hablan sin boca. Y para el final: miro de nuevo el océano de luces que se mezclan con la orquesta distorsionada de una ciudad nocturna.
Todo eso logro mirarlo en el sin-techo de mi hogar; en el cálido abrazo de la banca y de unas sábanas podridas. Pobres turistas. No tienen idea de la verdadera belleza de una ciudad que muere y se consume por un lado oscuro. Sólo nosotros y los animales conocemos lo que no muchos tienen el privilegio de querer ver. Sólo nosotros, los invisibles, los que formamos parte del entorno. Los que vivimos en la calle... en una casa sin techo.
-Angel Garcia
jueves, 6 de octubre de 2016
El juego
Policías y ladrones jugaban los niños en los barrios, colonias o calles de distintos lares. Míralos jugar, míralos en la inocencia de la diversión; porque en cualquier momento se marcharán a la escuela, y el estudio será su nuevo juego; el juego en el que muchos perderán y a otros no les parecerá divertido; entonces desertarán para jugar otra cosa.
Corren tras de ellos mismos, sonriendo y disparando imaginariamente. Policías y ladrones jugaban los niños; jugaban antes de preocuparse por el futuro, antes de perder la inocencia.
Existían otros juegos, como las escondidas, correteadas... quizá luchar cuerpo a cuerpo -aunque en realidad sólo se abrazaban muy fuerte y se tiraban contra el suelo a revolcarse-. Jugaban los niños, felizmente en el parque, en su calle, fuera o dentro de su casa... en el patio, quizá, o incluso en el mercado, mientras acompañaban a mamá por las verduras. Jugaban antes de que ya no hubiese verduras en la casa; antes de entender lo que hacía sufrir a mamá; jugaban antes de ver, antes de leer, estudiar y convertirse en profesionistas sin comida, ni empleo.
Ahora esos niños con bigote, cabello largo, barba, busto... con más masa corporal y aquella voz que había cambiado; también las ideas habían cambiado... todo había cambiado. Ahora ellos toman las armas, no de juguete, ni imaginarias, y se preparan para un juego del que quizá no regresen.
Esto ya no es policías y ladrones. Ahora el juego se llama "Tierra y Libertad".
Corren tras de ellos mismos, sonriendo y disparando imaginariamente. Policías y ladrones jugaban los niños; jugaban antes de preocuparse por el futuro, antes de perder la inocencia.
Existían otros juegos, como las escondidas, correteadas... quizá luchar cuerpo a cuerpo -aunque en realidad sólo se abrazaban muy fuerte y se tiraban contra el suelo a revolcarse-. Jugaban los niños, felizmente en el parque, en su calle, fuera o dentro de su casa... en el patio, quizá, o incluso en el mercado, mientras acompañaban a mamá por las verduras. Jugaban antes de que ya no hubiese verduras en la casa; antes de entender lo que hacía sufrir a mamá; jugaban antes de ver, antes de leer, estudiar y convertirse en profesionistas sin comida, ni empleo.
Ahora esos niños con bigote, cabello largo, barba, busto... con más masa corporal y aquella voz que había cambiado; también las ideas habían cambiado... todo había cambiado. Ahora ellos toman las armas, no de juguete, ni imaginarias, y se preparan para un juego del que quizá no regresen.
Esto ya no es policías y ladrones. Ahora el juego se llama "Tierra y Libertad".
martes, 4 de octubre de 2016
"Cuervo No.02"
Plumaje de pesadillas. Almas perdidas en tu manto oscuro. Sin cigarros me siento a observarte y me pesa tu mirada penetrante. Cuervo maldito, que a las brujas obedeces, devora mi esencia y déjame en los huesos; sin penas, y sin lágrimas.. sólo los huesos.
-Angel García
-Angel García
domingo, 2 de octubre de 2016
2 de Octubre
El olor de la sangre
aún puede sentirse;
la densidad y el color aún existen. La plaza se cubre con una tranquilidad escalofriante. La imaginación de los niños puede ver a los fantasmas de la escena sangrienta; y si sollozan, no se sorprendan;
y si ignoran... menos. Tlatelolco en la monotonía ignora el daño irreparable; el hedor de los cuerpos olvidados se mezcla con el smog de la ciudad. Los ecos que persisten no son más que gritos de ayuda y desprecio; se confunden con el noticiario que indica en el clima un día soleado,
o lluvioso, en el caso más apropiado.
En Tlatelolco llueve; cada 2 de Octubre llueve para limpiar la sangre derramada de los muros perforados y traumados. La tranquilidad enfermiza en las calles de Tlatelolco es insultante y triste; una fosa de ignorancia en donde los ideales se encuentran sepultados. En Tlatelolco llueve para limpiar el desastre humano.
El desastre que olvidamos.
En la plaza se miran los cuerpos.
Caminan sin vida, entre nosotros.
Tlatelolco está triste y nosotros atrapados en la rutina; ofendiendo al buen futuro que puede volver a ser acribillado.
-Angel García.
la densidad y el color aún existen. La plaza se cubre con una tranquilidad escalofriante. La imaginación de los niños puede ver a los fantasmas de la escena sangrienta; y si sollozan, no se sorprendan;
y si ignoran... menos. Tlatelolco en la monotonía ignora el daño irreparable; el hedor de los cuerpos olvidados se mezcla con el smog de la ciudad. Los ecos que persisten no son más que gritos de ayuda y desprecio; se confunden con el noticiario que indica en el clima un día soleado,
o lluvioso, en el caso más apropiado.
En Tlatelolco llueve; cada 2 de Octubre llueve para limpiar la sangre derramada de los muros perforados y traumados. La tranquilidad enfermiza en las calles de Tlatelolco es insultante y triste; una fosa de ignorancia en donde los ideales se encuentran sepultados. En Tlatelolco llueve para limpiar el desastre humano.
El desastre que olvidamos.
En la plaza se miran los cuerpos.
Caminan sin vida, entre nosotros.
Tlatelolco está triste y nosotros atrapados en la rutina; ofendiendo al buen futuro que puede volver a ser acribillado.
-Angel García.
sábado, 1 de octubre de 2016
Hasta entonces
Cuando los gallos cantan
y la eternidad se asoma.
Cuando sueñas inmundo
y despiertas en lágrimas.
Cuando te enamoras y pierdes.
Cuando te enamoras y ganas.
Cuando la noche te asusta,
pero te quedas en medio de ella;
cuando esperas en medio de ella.
Cuando le lloras a tus muertos;
cuando tu gato regresa.
Cuando mueres de hambre,
cuando mueres de sueño,
de sed, de ilusión, de ella, de él;
cuando mueres o no mueres de amor.
Cuando odias al amor;
cuando amas el odio, o viceversa.
Cuando las gotas brotan de tus ojos
por una mosca ahogada
o un escarabajo de cabeza.
Cuando te distraes.
Cuando lo simple es más grande que tú.
Cuando dibujas luego de cien borrones.
Cuando escribes luego de mil rayones.
Cuando lees ciego y sin lentes.
Cuando tropiezas;
cuando te caes;
cuando te callas;
y sobre todo cuando sigues;
cuando te levantas y gritas.
En todo caso,
cuando sobrevives.
Sólo entonces dejas de ser un ente
y te transformas en humano.
-Angel García
y la eternidad se asoma.
Cuando sueñas inmundo
y despiertas en lágrimas.
Cuando te enamoras y pierdes.
Cuando te enamoras y ganas.
Cuando la noche te asusta,
pero te quedas en medio de ella;
cuando esperas en medio de ella.
Cuando le lloras a tus muertos;
cuando tu gato regresa.
Cuando mueres de hambre,
cuando mueres de sueño,
de sed, de ilusión, de ella, de él;
cuando mueres o no mueres de amor.
Cuando odias al amor;
cuando amas el odio, o viceversa.
Cuando las gotas brotan de tus ojos
por una mosca ahogada
o un escarabajo de cabeza.
Cuando te distraes.
Cuando lo simple es más grande que tú.
Cuando dibujas luego de cien borrones.
Cuando escribes luego de mil rayones.
Cuando lees ciego y sin lentes.
Cuando tropiezas;
cuando te caes;
cuando te callas;
y sobre todo cuando sigues;
cuando te levantas y gritas.
En todo caso,
cuando sobrevives.
Sólo entonces dejas de ser un ente
y te transformas en humano.
-Angel García
miércoles, 3 de agosto de 2016
Degradación temporal
El tiempo no se detiene, sólo degrada todo su paso. Los monstruos que lo acechan perece ante él, y los hombres que lo retan se desintegran siempre. Oh basto océano, sin fin ni gloria; sólo tú... siendo el tiempo, solitario, sin rumbo y sin destino.
-Angel Garcia
martes, 2 de agosto de 2016
Agonía del escritor
La agonía del escritor no es nada más que la misma necesidad de escribir sin rumbo. Y la muerte que se presenta de no poder hacerlo.
-Angel García
Insomnio
Los ancianos narran la existencia de un demonio que rapta a aquellos con insomnio. Los lleva a su guarida y los consume como cigarrillos. Se traga su insomnio y los deja en perpetuo sueño. Un sueño sin el derecho a los sueños...
-Angel Garcia
lunes, 27 de junio de 2016
12:18 am
A veces se me da por pensar en ti;
pero no tanto tiempo porque me despilfarras y me agoto.
Te pienso entre los rosales marchitos,
o a través de las ramas secas;
en la corteza del árbol muerto;
o sobre mis dedos cansados.
Debajo de los párpados te pienso.
Te pienso por encima de mis escamas;
mientras caminas por mi sistema nervioso,
provocando estragos y revoluciones.
Marchitando planetas.
Te pienso, pero no tanto;
no quiero desperdiciar tu tiempo.
Te pienso debajo del humo de un cigarro perdido;
o dentro del llanto de la cerveza.
Pienso en ti, y en tus ojos.
Pienso en la vida y su fragilidad;
en la muerte y en su inquebrantabilidad.
Una mosca en el café agrio,
o los libros que nunca se leyeron.
Pienso en la inexistencia y la dependencia.
No creas que pienso mucho en ti.
No eres lo único en mi vida, pero sí pienso en ti; poco, pero lo hago.
Siempre a lado de las nubes, al borde del techo, o de la cama.
Pienso en ti en medio de la desesperación, o la intangibilidad.
Pienso en ti, pero no tanto tiempo.
-Angel García.
pero no tanto tiempo porque me despilfarras y me agoto.
Te pienso entre los rosales marchitos,
o a través de las ramas secas;
en la corteza del árbol muerto;
o sobre mis dedos cansados.
Debajo de los párpados te pienso.
Te pienso por encima de mis escamas;
mientras caminas por mi sistema nervioso,
provocando estragos y revoluciones.
Marchitando planetas.
Te pienso, pero no tanto;
no quiero desperdiciar tu tiempo.
Te pienso debajo del humo de un cigarro perdido;
o dentro del llanto de la cerveza.
Pienso en ti, y en tus ojos.
Pienso en la vida y su fragilidad;
en la muerte y en su inquebrantabilidad.
Una mosca en el café agrio,
o los libros que nunca se leyeron.
Pienso en la inexistencia y la dependencia.
No creas que pienso mucho en ti.
No eres lo único en mi vida, pero sí pienso en ti; poco, pero lo hago.
Siempre a lado de las nubes, al borde del techo, o de la cama.
Pienso en ti en medio de la desesperación, o la intangibilidad.
Pienso en ti, pero no tanto tiempo.
-Angel García.
domingo, 12 de junio de 2016
Breve ensayo sobre el buen escritor
"A final de cuentas ¿Qué es un escritor?". Le pregunto al idiota frente al espejo; el borracho con la pluma en su mano.
Un escritor, en resumidas cuentas, no es más que un maquillista; alguien que adorna las palabras, las manipula a su antojo y las vuelve incomprensibles, hermosas, horrorosas, crudas, dulces, templadas, nubladas, infernales o alucinantes.
Es un borracho, alguien que crea mientras no está sobrio; y si está sobrio, entonces está muriendo, o enloqueciendo, esperando lo peor. Es un mentiroso que se miente a sí mismo. Es un marica, un misántropo, un drogadicto, un revolucionario, humanista, pervertido, conquistador, un perdedor.
Un escritor no es más que cualquier personaje peculiar que encuentras; no es un erudito, es alguien con problemas, alguien estúpido; pero eso sí, puede transformar una frase tan vulgar en algo meloso y cautivador; en metáforas inmorales que petrifican a su presa, las cautivan; no es más que un pobre diablo que se frustra todos los días con la tormenta de ideas absurdas que puede plasmar en un trozo de papel.
El escritor es un manipulador, o un depredador mediocre; el comediante que presenta su función en forma de pasta y hojas. Es un vago bien vestido -a veces-, o el barrendero que te encuentras en la acera; tal vez el viejo que te encuentras en aquél funeral... un escritor puede ser cualquiera, pero no cualquiera puede ser un buen escritor; uno que maquille perfectamente las voces endemoniadas de su mente, y las presente como algo admirable/deseable.
Un escritor no es más que un alcohólico, o un adorador de mujeres. No es más que un embellecedor de palabras; no es más que una persona cualquiera. Pero ¿qué pasaría si no existiera un buen escritor? ¿El mundo se iría al carajo? ¿La televisión dominaría al mundo? ¿Utopía? ¿Los dementes no existirían?
Si los buenos escritores se extinguieran, la vida tomaría un giro de tuerca. Los científicos buscarían el significado de la letra, en lugar de proclamar la inexistencia de un dios; las crisis existenciales no tendrían sentido, ni los enfermos mentales. El siglo XXI sería un vórtice sinsentido y los lectores no serían más que máquinas llenas de información inútil, robots sin criterio. Dios mío, sería horrible si los escritores buenos no existieran; un cataclismo; la vida sería un hospital psiquiátrico permanente -lleno de sujetos dopados y manipulados; dóciles e inhábiles ante el acto de decidir-.
Que el diablo nos ampare si el buen escritor dejase de existir. De ser así la humanidad no preguntaría; las canciones que valen la pena no existiría; las leyendas perecerían y las brujas robarían ideas en vez de almas. Nadie creería lo fantástico, y mucho menos creerían lo que algún pobre tipo escribe desde sus entrañas. Insisto, seria horrible.
Así es como me atrevo a decir lo que significa un buen escritor. Pero no me hagan caso, esto sólo es la opinión de un loco.
-Angel García
Un escritor, en resumidas cuentas, no es más que un maquillista; alguien que adorna las palabras, las manipula a su antojo y las vuelve incomprensibles, hermosas, horrorosas, crudas, dulces, templadas, nubladas, infernales o alucinantes.
Es un borracho, alguien que crea mientras no está sobrio; y si está sobrio, entonces está muriendo, o enloqueciendo, esperando lo peor. Es un mentiroso que se miente a sí mismo. Es un marica, un misántropo, un drogadicto, un revolucionario, humanista, pervertido, conquistador, un perdedor.
Un escritor no es más que cualquier personaje peculiar que encuentras; no es un erudito, es alguien con problemas, alguien estúpido; pero eso sí, puede transformar una frase tan vulgar en algo meloso y cautivador; en metáforas inmorales que petrifican a su presa, las cautivan; no es más que un pobre diablo que se frustra todos los días con la tormenta de ideas absurdas que puede plasmar en un trozo de papel.
El escritor es un manipulador, o un depredador mediocre; el comediante que presenta su función en forma de pasta y hojas. Es un vago bien vestido -a veces-, o el barrendero que te encuentras en la acera; tal vez el viejo que te encuentras en aquél funeral... un escritor puede ser cualquiera, pero no cualquiera puede ser un buen escritor; uno que maquille perfectamente las voces endemoniadas de su mente, y las presente como algo admirable/deseable.
Un escritor no es más que un alcohólico, o un adorador de mujeres. No es más que un embellecedor de palabras; no es más que una persona cualquiera. Pero ¿qué pasaría si no existiera un buen escritor? ¿El mundo se iría al carajo? ¿La televisión dominaría al mundo? ¿Utopía? ¿Los dementes no existirían?
Si los buenos escritores se extinguieran, la vida tomaría un giro de tuerca. Los científicos buscarían el significado de la letra, en lugar de proclamar la inexistencia de un dios; las crisis existenciales no tendrían sentido, ni los enfermos mentales. El siglo XXI sería un vórtice sinsentido y los lectores no serían más que máquinas llenas de información inútil, robots sin criterio. Dios mío, sería horrible si los escritores buenos no existieran; un cataclismo; la vida sería un hospital psiquiátrico permanente -lleno de sujetos dopados y manipulados; dóciles e inhábiles ante el acto de decidir-.
Que el diablo nos ampare si el buen escritor dejase de existir. De ser así la humanidad no preguntaría; las canciones que valen la pena no existiría; las leyendas perecerían y las brujas robarían ideas en vez de almas. Nadie creería lo fantástico, y mucho menos creerían lo que algún pobre tipo escribe desde sus entrañas. Insisto, seria horrible.
Así es como me atrevo a decir lo que significa un buen escritor. Pero no me hagan caso, esto sólo es la opinión de un loco.
-Angel García
martes, 31 de mayo de 2016
viernes, 27 de mayo de 2016
martes, 24 de mayo de 2016
viernes, 20 de mayo de 2016
miércoles, 18 de mayo de 2016
martes, 17 de mayo de 2016
domingo, 15 de mayo de 2016
sábado, 14 de mayo de 2016
Trotador de mundos
viernes, 13 de mayo de 2016
jueves, 12 de mayo de 2016
miércoles, 11 de mayo de 2016
martes, 10 de mayo de 2016
Asesino de esperanza
sábado, 23 de abril de 2016
A una mujer
A una mujer le dedico esto.
Le dedico los besos de estos labios muertos, pero con muchas ganas de besar
Le dedico las caricias ásperas de mis manos que escriben sin ganas.
Las miradas de unos ojos que apenas pueden mirarte.
Le dedico mis sueños y mis pesadillas, que son más;
o mis brazos sin fuerzas,o mis zapatos sin rumbo.
A una mujer, la que sea, le dedico esta carta; y le dedico estas letras
y la cerveza de ayer.
A una mujer, la que sea, le dedico mis huesos, pero no lo que los cubre...
le dedico mi luz, pero no le regalo mi oscuridad.
A una mujer, la que llegue a leer esto, le dedico mi vida,
pero yo me quedaré con mi muerte.
-Angel Garcia
Le dedico los besos de estos labios muertos, pero con muchas ganas de besar
Le dedico las caricias ásperas de mis manos que escriben sin ganas.
Las miradas de unos ojos que apenas pueden mirarte.
Le dedico mis sueños y mis pesadillas, que son más;
o mis brazos sin fuerzas,o mis zapatos sin rumbo.
A una mujer, la que sea, le dedico esta carta; y le dedico estas letras
y la cerveza de ayer.
A una mujer, la que sea, le dedico mis huesos, pero no lo que los cubre...
le dedico mi luz, pero no le regalo mi oscuridad.
A una mujer, la que llegue a leer esto, le dedico mi vida,
pero yo me quedaré con mi muerte.
-Angel Garcia
viernes, 1 de abril de 2016
La llorona
¿Pos por dónde empiezo?
Yo iba caminando en la madrugada; hacía frío, así que me embroqué mi gabán. Llevaba a la Paloma a pastorear, mi vaca ¡rechula la condenada!, ya no te tocó verla, mijo, pero ¡ah cómo estaba de bonita, pues! Toda blanca con bien poquitas manchitas.
Total que el frío se sentía bien fuerte, pero a mí me gusta el frío, así que no me quejaba; la madrugada era agradable, se veían a lo lejos las luciérnagas del cielo, brillando y muriendo las pobrecitas, mientras que el rocío se dejaba mirar en forma de diamantes en la punta del pasto. Yo me sentía bien a gusto y me quise echar una pestañita; así que amarré a la Paloma en el guamuchil, cerca del apantle chiquito.
Ya estaba a punto de quedarme bien dormido, pero algo rezumbó en mis orejas; era como un llorido de una muchachita, un llanto triste como un pájaro en jaula, pero revuelto como con el lamento de un difunto; bien que me acuerdo, mijo, y no me tire de a loco, chamaco, que, por más viejo que esté, la memoria la tengo mejor que ustedes con su tecnología que los hace cada vez más mistontos.
Bueno, volviendo a mi historia: no sé por qué no se me ocurrió acordarme de ella y echarle a correr con mi mendiga vaca, pero en vez de eso yo, bien bruto, fui a ver si alguien necesitaba ayuda, o por lo menos pa'ir de chismoso, pues. Crucé el apantle y ya me iba derechito para el río y, según yo, me iba acercando cada vez más, pero el llanto se escuchaba cada vez más lejos; no te miento, mijito, las patas ya me estaban temblando como becerrito recién parido, no sé si por el frío o porque ya me estaba entrando el miedo hasta por donde pa'qué te cuento; pero el chiste es que me temblaban.
Y de repente la vi, allí estaba por la hamaca. No sabía si era la noche o su cabecita; estaba parada al borde del río, o al menos eso parecía, porque no se le miraban sus pies. Se miraba hermosa la muchacha, llevaba su huipil que hacía juego con su piel y la luna que estaba a tope esa madrugada; en el agua no se miraba nada más que un resplandor blanco, en vez de su reflejo. Quedé pasmado; pero entonces que me cae el veinte: "¡La chillona!" grité pa'mis adentros, pero todo fue inútil; me di cuenta demasiado tarde, cuando ya andaba pasando entre la huizachera pa'llegar con esa linda difunta.
Ya cuando estaba frente a ella, la miré a los ojos, y sus ojos... sus ojos eran, y no te estoy vacilando, los más hermosos que había visto en mi vida: negros, negros como la noche, profundos como los sueños y tiernos como de niña inocente ¡bien chulos!
En fin. Me pidió que la besara y ahí va tu menso de obediente ¡Y que la beso! Y adivina, mijo: bien dicen que si la llorona te besa te mueres; pues sí, yo me morí, me morí por un ratito nomás. Y si de por sí hacía frío, pues cuando besé a la méndiga me entró más, y mis brazos y mis patas se hicieron de hielo, pesadas y frías; sentía cómo mi alma se escapaba de mi cuerpo y se burlaba de mí, y de la noche, y yo bien pálido, mientras mi pinche alma se iba derechito al cielo, con las luciérnagas; Dios me ampare si tu abuela escucha esto que te cuento, pero así merito sentí; sus labios fríos como el invierno y suaves como pétalos de rosa. Dentro de mi trance y todo, alcancé a abrir los ojos, nomás poquito, y no vi la figura horrorosa que todos dicen ver siempre que ella los espanta, en cambio vi la luz del sol que se me vino encima como la vida, como mi alma, de zopetón y que me dejó todo atarantado, creo hasta me desmayé y caminé dormido... bueno, eso creo porque me desperté, como a eso de las seis de la mañana, todo entelerido al pie del guamuchil donde había amarrado a mi vaca; la pinche vaca ni en cuenta de mi auencia, ella seguía haciendo sus cosas de vacas.
A fin de cuentas agarré mi machete, me puse mi sombrero, me embroqué el gabán, fui a desatar a la Paloma, y de ahí derechito a la casa, a ordeñarla y a darle de comer a los pollos.
Todo esto que te cuento pasó más o menos en el transcurso de una hora, pero yo podría jurar que me fui como por tres noches, sí mijito, sólo las noches y no los días.
Bueno, nomás pa'terminar te cuento que desde el día en el que la llorona me llevó con ella, he regresado todas las madrugadas con mi morral, mi gabán, mi vaca y mis patas temblorosas a ese huerto cerca del río; a ver si me vuelvo a encontrar con esa muchacha perpetuamente inconsolable.
-Angel Garcia
lunes, 22 de febrero de 2016
Bar a media noche
"Este bar me da mala espina", dijo el poeta amargado que veía entrar al diablo, por la puerta principal, que se encontraba rodeado de mujerzuelas y fumando una especie de cigarrillo que, extrañamente, se volvía más grande a medida que sorbía las almas de sus presas dentro del bar: borrachos con desamor, músicos sin empleo ni noción del tiempo, pero eso sí, con gran sentido del humor, artistas plásticos y fotógrafos, enfermos mentales que entablaban conversaciones con los borrachos, con sus amigos imaginarios, o con sus dedos -no había diferencia alguna-, y uno que otro sujeto que llegó ahí por error con la esperanza de su primera borrachera.
El poeta miró la hora: las doce. Entonces el tiempo se detuvo y se tornó eterno; en ese preciso momento se dio cuenta de que estaba jodido, y que los demás estaban más jodidos aún y seguían bebiendo, como él.
"Éste bar me da mala espina..."dijo el poeta resignado que dio un trago a su cerveza y siguió fumando mientras esperaba su turno en las piernas del mentado Satán.
-Angel Garcia.
domingo, 21 de febrero de 2016
Sirenas de la calle
Las prostitutas son como sirenas. Entonan una melodía triste y lujuriosa. El canto más dulce de la noche. Y atraen hombres carentes de atención y ansiosos de caricias.
Son como sirenas, o plantas carnívoras. Si un pobre y bastardo iluso se topa con su canto, o algún idiota olfatea su perfume, ten por seguro que no escapará, y su final será inminente, desastroso.
Los orgasmos causarán gritos y los gritos causarán más orgasmos. Y la víctima se lamentará al día siguiente, con la cabeza destrozada y ganas de vomitar las entrañas en el baño de un motel tan sucio como su mente, por aquel momento de placer que pareciera no recordar con suficiente lucidez, mientras despierta y se da cuenta de la ausencia de su alma, o de su dinero, o de sus fetiches. Y lo único que le quedará serán las ganas de rezar – a la divinidad que se le ocurra al lector- para que no se haya cruzado con un manojo de duendes degenerados y le hayan robado la virginidad.
-Angel Garcia.
viernes, 15 de enero de 2016
Declaración poética de un hombre con resaca
Despierto y apenas puedo creer en qué sitio me encuentro. Un lugar lleno de inmundicia con vasos rojos tirados, y algunos llenos a la mitad, como yo.
"Al fin despiertas."
¿Eso crees? Siento que aún estoy en un sueño. Y que cuando despierte ya no estarás ahí para decirme lo obvio... No he despertado... pero no me preocupo. Sé que tú tampoco lo has hecho.
Después de sentarme al borde del Edén junto a Lilith, y besarla para mofarme de dios, no puedo creer que esté en éste sitio, al borde de una cama tan gris y fría como las cuatro paredes en las que me mantengo encerrado. Tan grises... como mis recuerdos.
"¿Te sientes bien?"
Me siento bien, mal, solo, en compañía, intoxicado, en el Edén. Cualquier cosa es aceptable en estos momentos... el problema es qué tanto soportaré en esa condición. Estoy vomitando.
Sólo necesito recostarme en el patio o en la azotea, sino seguro que explotaré de una manera polifacética. No controlas a tus demonios con alcohol, eso es seguro. Con alcohol salen muchas partes de ti que creías muertas... creo que sigo vomitando.
Y a pesar de sentir el sabor a cigarrillos y alcohol que me provoca asco en estos momentos; a pesar de sentirme tan vacuo como mis declaraciones, como mis sentimientos, como el espacio... a pesar de todo proceso negativo de desintoxicación, y a pesar de escuchar a la perfección cada maldita nota de cualquiera que sea la canción al fondo de ésta caja tétrica y gigante; a pesar de toda mi tortura, mi desengaño, mi vuelta a la realidad... no me arrepiento de nada. No me arrepiento de mi viaje a la dimensión de los demonios, de mi vals con Lilith, o de los besos que me ofreció y que yo acepté con desdén.
"Escribes sin sentido en estos momentos..."
La poesía carece de sentido. Y vagos son los intentos de aquellos que tratan de entenderla. Y malditos sean aquellos que dicen entenderla. Y que le dan un significado fijo.
"Deberías seguir durmiendo."
La única manera de que pueda dormir más de lo que ya duermo sería estando muerto. Mejor pásame la cajetilla de cigarros. ¿Qué? ¿Ya sólo quedan dos? Claro... algo tan bueno no puede durar mucho... aunque pareciera que sí, cuando menos te das cuenta la cajetilla de los cigarros está vacía, y tu cerveza ya se la bebió el idiota que vez en el espejo todos los días.
No me arrepiento de mi estancia en el Edén caótico. No me arrepiento de las palabras estúpidas que dije en la madrugada, de mis espasmos por la gélida habitación, de nada. Ni siquiera de mi falta de cordura, de mi falta de tangibilidad y de realidad. De lo único que me arrepiento es de no descubrir antes éste transporte.
"¿Puedes pararte?"
Sino es por un cigarrillo en la mesa, no.
-Angel Garcia.
"Al fin despiertas."
¿Eso crees? Siento que aún estoy en un sueño. Y que cuando despierte ya no estarás ahí para decirme lo obvio... No he despertado... pero no me preocupo. Sé que tú tampoco lo has hecho.
Después de sentarme al borde del Edén junto a Lilith, y besarla para mofarme de dios, no puedo creer que esté en éste sitio, al borde de una cama tan gris y fría como las cuatro paredes en las que me mantengo encerrado. Tan grises... como mis recuerdos.
"¿Te sientes bien?"
Me siento bien, mal, solo, en compañía, intoxicado, en el Edén. Cualquier cosa es aceptable en estos momentos... el problema es qué tanto soportaré en esa condición. Estoy vomitando.
Sólo necesito recostarme en el patio o en la azotea, sino seguro que explotaré de una manera polifacética. No controlas a tus demonios con alcohol, eso es seguro. Con alcohol salen muchas partes de ti que creías muertas... creo que sigo vomitando.
Y a pesar de sentir el sabor a cigarrillos y alcohol que me provoca asco en estos momentos; a pesar de sentirme tan vacuo como mis declaraciones, como mis sentimientos, como el espacio... a pesar de todo proceso negativo de desintoxicación, y a pesar de escuchar a la perfección cada maldita nota de cualquiera que sea la canción al fondo de ésta caja tétrica y gigante; a pesar de toda mi tortura, mi desengaño, mi vuelta a la realidad... no me arrepiento de nada. No me arrepiento de mi viaje a la dimensión de los demonios, de mi vals con Lilith, o de los besos que me ofreció y que yo acepté con desdén.
"Escribes sin sentido en estos momentos..."
La poesía carece de sentido. Y vagos son los intentos de aquellos que tratan de entenderla. Y malditos sean aquellos que dicen entenderla. Y que le dan un significado fijo.
"Deberías seguir durmiendo."
La única manera de que pueda dormir más de lo que ya duermo sería estando muerto. Mejor pásame la cajetilla de cigarros. ¿Qué? ¿Ya sólo quedan dos? Claro... algo tan bueno no puede durar mucho... aunque pareciera que sí, cuando menos te das cuenta la cajetilla de los cigarros está vacía, y tu cerveza ya se la bebió el idiota que vez en el espejo todos los días.
No me arrepiento de mi estancia en el Edén caótico. No me arrepiento de las palabras estúpidas que dije en la madrugada, de mis espasmos por la gélida habitación, de nada. Ni siquiera de mi falta de cordura, de mi falta de tangibilidad y de realidad. De lo único que me arrepiento es de no descubrir antes éste transporte.
"¿Puedes pararte?"
Sino es por un cigarrillo en la mesa, no.
-Angel Garcia.
martes, 12 de enero de 2016
Los faroles rotos
Los faroles, cuando se rompen, irradian cierta oscuridad. Dentro de dicha oscuridad producida en la ciudad se esconden cosas poco convencionales para la iluminación céntrica. Borrachos y despechados, creyéndose poetas, recitando versos y cantando notas de tal manera que te sangren los oídos -esto, claro, luego de una buena jornada en el bar-; prostitutas y drogadictos envueltos en mantas de cinismo y alucinación; vagabundos que van de paso por las sombras de los focos fundidos; ratas con coronas, duendes montando perros y uno que otro monstruo que se refugia en las sombras con sus cámaras fotográficas o sus pinceles y libretas, esperando el orgasmo de una mujer para poder inmortalizarlo en papel.
El mundo dentro de la oscuridad de los faroles rotos es intrigante, melancólico, desgarrante, y lo más importante, sólo unos cuantos lo pueden ver. Sólo aquellos, inmersos en aquella espesa oscuridad, o quienes se pierden del transporte público pueden mirar lo que hay dentro; ahí, dentro se alcanza a mirar el frío, el perfume de los perros callejeros, las notas podridas de algún trovador y el movimiento de las sábanas o cartones, que a su vez te obsequia la duda de lo que realmente hay bajo los mismos.
Los faroles te invitan a la danza; a la coreografía de un caos que el turista nunca vio. La oscuridad de la ciudad que te llama y te escupe en el rostro el cínico aliento de la vida sobrellevada; y aún así puede seducirte... siempre puede.
Ah claro. Una última cosa: La oscuridad de los faroles rotos es abrumadora y espesa... como la densa niebla que atrapa las almas y te quita los ojos; es una telaraña que atrapa sin descaro y te chupa hasta la última lágrima y el último suspiro. Es como el poema estúpido y sin sentido que aquél borracho no pudo recitar; como los vicios; como el amor o el desamor... es algo de lo que nunca escaparás. Así que ten cuidado y no te hundas en el fango; que tienes suficiente, ya, con el cruel lado iluminado.
-Angel Garcia.
El mundo dentro de la oscuridad de los faroles rotos es intrigante, melancólico, desgarrante, y lo más importante, sólo unos cuantos lo pueden ver. Sólo aquellos, inmersos en aquella espesa oscuridad, o quienes se pierden del transporte público pueden mirar lo que hay dentro; ahí, dentro se alcanza a mirar el frío, el perfume de los perros callejeros, las notas podridas de algún trovador y el movimiento de las sábanas o cartones, que a su vez te obsequia la duda de lo que realmente hay bajo los mismos.
Los faroles te invitan a la danza; a la coreografía de un caos que el turista nunca vio. La oscuridad de la ciudad que te llama y te escupe en el rostro el cínico aliento de la vida sobrellevada; y aún así puede seducirte... siempre puede.
Ah claro. Una última cosa: La oscuridad de los faroles rotos es abrumadora y espesa... como la densa niebla que atrapa las almas y te quita los ojos; es una telaraña que atrapa sin descaro y te chupa hasta la última lágrima y el último suspiro. Es como el poema estúpido y sin sentido que aquél borracho no pudo recitar; como los vicios; como el amor o el desamor... es algo de lo que nunca escaparás. Así que ten cuidado y no te hundas en el fango; que tienes suficiente, ya, con el cruel lado iluminado.
-Angel Garcia.
lunes, 11 de enero de 2016
Sádica desestabilización
Mírame, mujer, que tus ojos me absorben; me matan y desbaratan.
Mírame que quiero sentir explotar mis ideas, mis tormentos.
Quiero sentirme prisionero, sólo por hoy, de la droga que me prometen tus ojos,
el alcohol y esos cigarrillos baratos con sabor a soledad.
Enciérrame en tus pupilas color café,
porque las azules ya me parecieron
absurdas y poco originales...
Golpéame con la mirada. Mutílame.
Desmiembra mi realidad y construye otra a tu gusto;
y aunque me parezca abyecta y estúpida
sólo presenciaré la díáspora de mis prejuicios.
Entonces me adaptaré al gélido clima de tu nuevo mundo,
mientras te sonrío como idiota y tú me sonríes como la muerte;
con mirada oscura y mostrándome los dientes.
Y estaré feliz, amor mío, aunque no te diré que te amo
porque quizá no te merezcas ni siquiera el "te quiero".
Pero sabrás que estoy enamorado porque tus ojos
me han hecho escribirte letras con sabor a estupidez
y dopamina liberada, con olor a miedo y una esencia de adrenalina al máximo.
Y entonces me verás ahí. Anunciando a los espectadores:
Aquí estoy, una vez más, señores. Jugando a la vida con sus labios
y experimentando con sus ojos la muerte.
-Angel Garcia.
Mírame que quiero sentir explotar mis ideas, mis tormentos.
Quiero sentirme prisionero, sólo por hoy, de la droga que me prometen tus ojos,
el alcohol y esos cigarrillos baratos con sabor a soledad.
Enciérrame en tus pupilas color café,
porque las azules ya me parecieron
absurdas y poco originales...
Golpéame con la mirada. Mutílame.
Desmiembra mi realidad y construye otra a tu gusto;
y aunque me parezca abyecta y estúpida
sólo presenciaré la díáspora de mis prejuicios.
Entonces me adaptaré al gélido clima de tu nuevo mundo,
mientras te sonrío como idiota y tú me sonríes como la muerte;
con mirada oscura y mostrándome los dientes.
Y estaré feliz, amor mío, aunque no te diré que te amo
porque quizá no te merezcas ni siquiera el "te quiero".
Pero sabrás que estoy enamorado porque tus ojos
me han hecho escribirte letras con sabor a estupidez
y dopamina liberada, con olor a miedo y una esencia de adrenalina al máximo.
Y entonces me verás ahí. Anunciando a los espectadores:
Aquí estoy, una vez más, señores. Jugando a la vida con sus labios
y experimentando con sus ojos la muerte.
-Angel Garcia.
domingo, 10 de enero de 2016
Mis motivos
He aquí el hijo bastardo de la noche. Un pobre iluso que juega con la poesía y los sentimientos de las personas. Un poeta que crea sus mejores versos bajo los efectos de aguardiente y el susurro de los grillos que, según él, habitan en su cabeza -seguramente en su cabello largo y maltratado, con olor a cerveza y humo de cigarrillos baratos-.
Aquí está. O bien, aquí estoy. Escuchando música sin sentido en el rincón, en un bar de mala muerte. Con nauseas, y a punto de llorar mientras recuerdo... que ya no tengo mis motivos para que me quieran.-Angel Garcia.
sábado, 9 de enero de 2016
Justo ahí
Ahí. Justo ahí. En ese callejón frío y sin remordimientos, aquél ser con patas siente la vida esfumarse. Aquél que un día pudo hablar, o morder, o arañar... que pudo defenderse hasta con los dientes, hoy ve desde cerca la muerte y un final lleno solitario.
-Angel García.
-Angel García.
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